Análisis
< ilustración ©Zoé Vermander.

Serie Lo que no es la prisión (1)

En 2020, la epidemia de COVID-19 obligó a una parte del mundo a confinarse, y las salidas se prohibieron o se limitaron a los únicos motivos que las autoridades consideraban válidos. Esta primera experiencia de privación de libertad, inédita para muchas personas, no se vivió sin dolor, pues sin importar el confort material de su hogar, perder la libertad de movimiento es difícil de soportar. Cuando te encierran 24 horas al día, hasta la vivienda más agradable puede parecer una estrecha celda. Aun así, en muchos países, la gente cree que algunas prisiones son tan cómodas como un hotel cinco estrellas; en otras palabras, “demasiado humanas”. En 2018, una gran parte de la población francesa estimaba que a las personas privadas de libertad se les “trataba demasiado bien”. En Inglaterra y Gales, el 49 % de la población considera que las prisiones se han vuelto tan confortables que las personas prefieren permanecer en ellas que estar en libertad. Según algunas fuentes, ciertas prisiones serían incluso “lujosas”.

¿Las prisiones son en realidad hoteles de lujo? En este primer artículo de la serie de verificación de datos Lo que no es la prisión confrontamos los mitos sobre la vida en prisión con la realidad.

Esto significa que las personas pasan 23 horas diarias en un espacio más o menos equivalente al interior de un vehículo urbano compacto.

A la hora de elegir un hotel, nadie optaría por uno demasiado estrecho, abarrotado, sin instalaciones sanitarias ni intimidad. Sin embargo, esta es la norma en prisión.

La mayoría de las actividades cotidianas requieren recursos económicos: mantener su higiene, calmar su hambre, escribir a sus seres queridos, ocupar su tiempo.