Contribuidor(es)Observatorio Internacional de Prisiones – Bélgica

Vida cotidiana

El principio de encarcelamiento individual no se respeta en razón de la sobrepoblación.
Los reclusos, particularmente los preventivos, comparten una celda de 9 m2 entre dos o tres personas. Esto ocurre en varias celdas de la prisión de Forest donde el “tercer recluso” duerme directamente en el suelo sobre un colchón que se guarda bajo la litera durante el día.

El equipamiento de las celdas se calcula generalmente para una persona (una silla y una mesa), aunque varios reclusos estén allí alojados.En numerosas prisiones, no hay una pared que separe los baños del resto de la celda. Ciertas celdas, especialmente de las prisiones de Forest y de Amberes, no están equipadas con baños y grifos. Los reclusos reciben un balde higiénico para sus necesidades naturales.

En los establecimientos más recientes de Marche, Leuze y Beveren las ventanas no se pueden abrir, por lo que no existe ninguna ventilación natural. En los demás establecimientos, la apertura puede ser total o sólo de algunos centímetros. El 25 de noviembre de 2014, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) condenó a Bélgica en el caso Vasilecu v Bélgica por violación al artículo 3: no respeto del espacio personal mínimo de 4 m2, baños separados de las celdas por un simple biombo, colchones dispuestos en el suelo y tabaquismo pasivo.

La administración penitenciaria destina cuatro euros diarios por recluso para tres comidas.
La cantidad y la calidad varían considerablemente de un establecimiento a otro. A veces, en las instalaciones sobrepobladas, la cantidad de comida es insuficiente, ya que el volumen se calcula en función del número de plazas operacionales y no del número real de reclusos.

Por lo general, los reclusos son los encargados de preparar las comidas, bajo la supervisión del personal. En las tres nuevas instalaciones construidas en asociación público privada, Leuze-en-Hainaut, Beveren, y Marche-en-Famenne, la preparación de las comidas está a cargo de una sociedad privada que se comprometió a emplear y a formar a los reclusos en el oficio de la restauración.

Los reclusos del establecimiento neerlandés de Tilburg, arrendado por el Estado belga, reciben platos congelados conforme al sistema neerlandés. Los reclusos pueden comprar comida en el economato, a partir de una lista de productos que propone el establecimiento. Los precios son más altos que al exterior.

Los reclusos pueden cocinar en la celda sólo en las prisiones que autorizan tener una placa eléctrica o que ponen a disposición un espacio para cocinar. Cuando se prohíbe tener una placa eléctrica, el hecho de fabricar una artesanal está sujeto a una sanción disciplinaria que puede ir hasta los 15 días de aislamiento.

En teoría, el régimen alimentario debe tener en cuenta tanto las necesidades médicas como las prácticas culturales y religiosas. En la realidad, esto no siempre se respeta. Con frecuencia, a los musulmanes se les sirve el mismo queso, semana tras semana, para reemplazar la carne que no es halal. Los reclusos diabéticos deben insistir para obtener una alimentación adaptada.

La higiene depende generalmente del deterioro de las instalaciones.
En los antiguos establecimientos (Forest, Lantin, Saint-Gilles, Amberes), las cucarachas y las ratas están presentes en las cocinas y las celdas (se han reportado casos de escabiosis). En numerosos centros, especialmente en Merkplas, el moho ha invadido las duchas. A menudo, la ropa de cama está muy sucia.

En Termonde, los colchones, almohadas y frazadas sólo se lavan una vez al año y las sábanas se cambian una vez al mes.    
A su ingreso en prisión, los reclusos reciben un kit de higiene personal que contiene, por lo general, una pasta dental, un cepillo de dientes, un jabón, un gel de afeitar y un rollo de papel higiénico. Después, los productos sanitarios y de limpieza (a veces incluso el papel higiénico) se deben adquirir en el economato.

Los reclusos de los establecimientos de Forest, Sint Gilles, Berkendael, Tournai, Marneffe y Jamioulx, por ejemplo, se quejan frecuentemente del acceso restringido a las duchas. Incluso en periodos de calor extremo, solamente se les permite ducharse dos veces a la semana.

Los reclusos cuentan con una lavandería para lavar su ropa. También pueden recibir ropa de sus familiares o amigos pero en cantidades limitadas.

Sistemáticamente, los reclusos deben hacer una solicitud escrita para acceder a la unidad de tratamientos.

La insuficiencia de personal médico es un problema mayor. En ocasiones, un médico debe examinar entre 20 y 50 reclusos en dos horas.

Asimismo, es muy poco frecuente que haya un dentista en las prisiones, y el número de dermatólogos y kinesiólogos es igualmente insuficiente con respecto a la demanda de tratamiento. En las instalaciones, hay enfermeros encargados de brindar atención médica pero por lo general solo están presentes durante el día. El Comité Europeo para la Prevención de la Tortura (CPT), había señalado, en 2013, la ausencia de enfermeros durante la noche y los fines de semana en la prisión de Andenne.

Las enfermedades de la piel siguen siendo uno de los problemas mayores en los establecimientos penitenciarios. Otras enfermedades, como sida, tuberculosis, hepatitis C, cardiopatías y diabetes también son frecuentes entre los reclusos. El número de personas drogodependientes es relativamente elevado.

En principio, los enfermeros se encargan de distribuir los medicamentos. Sin embargo, sucede que algunos guardias o reclusos procedan a esta distribución. Los medicamentos generalmente son gratuitos, pero ciertas operaciones corren por cuenta de los reclusos (por ejemplo, las prótesis dentales). La continuidad de los tratamientos supone un problema, puesto que no existe ningún protocolo que permita hacer un seguimiento del control médico, antes, durante y después de la encarcelación. Generalmente se respeta el secreto médico. Sin embargo, se han informado ciertos abusos, especialmente en la prisión de Saint-Gilles, donde los guardias revelaron a otros reclusos la seropositividad de uno de sus compañeros (2013). Las acciones de prevención y de reducción de los riesgos son casi inexistentes (inclusive para los riesgos vinculados al suicidio). En marzo de 2016, en la prisión de Ittre, la comisión de vigilancia señalaba que un 20% de las quejas de los reclusos concierne los tratamientos de salud.

Los problemas psicológicos son frecuentes en prisión y, a falta de un verdadero tratamiento médico, se recurre continuamente al uso de antidepresivos. El 17 de noviembre de 2015, el TEDH condenó a Bélgica a pagar una indemnización a Farid Bamouhammad por tratos inhumanos y degradantes durante su reclusión: la administración penitenciaria tardó en prescribirle una terapia para tratar su síndrome de Ganser o “psicosis de la prisión”, por lo que su estado de salud se deterioró.

Todos los reclusos tienen derecho a una hora de patio diaria como mínimo, a veces dos en las cárceles. Una actividad (clases, formación, trabajo) reemplaza de oficio el acceso al patio. Este último está rodeado de murallas altas y a veces de alambres de púas para prevenir las fugas.

Todas las actividades son organizadas por asociaciones externas, dependientes del funcionamiento de cada establecimiento penitenciario. Son pocas las actividades que se proponen a los reclusos.    
Entre julio de 2015 y marzo de 2016, los reclusos de la prisión de Saint-Gilles (alrededor de 800 reclusos) no tuvieron acceso a ninguna actividad. La dirección prohibió la entrada a todos los servicios externos, argumentando que no había suficientes guardias disponibles para supervisar las actividades.
Los reclusos que son objeto de sanciones disciplinarias a menudo son privados de actividades aunque esto no esté previsto por la ley.

El trabajo de los reclusos se ejerce principalmente de tres maneras:

  • tareas para el organismo de trabajo penitenciario (manutención de los establecimientos
  • confección de alambrados para las ventanas de las celdas)
  • trabajos domésticos (cocina, lavandería, limpieza, etc.)
  • talleres emprendedores (para empresas privadas, a menudo, los más remunerados).

El trabajo se lleva a cabo en el taller o excepcionalmente en la celda. Menos del 50% de los reclusos tiene acceso al trabajo. El trabajo en prisión no está cubierto por la legislación laboral. La remuneración promedio es de un euro la hora (esta puede llegar hasta los tres euros), pero los reclusos también pueden recibir una remuneración por unidad producida. Los internos que trabajan no gozan de cobertura social, subsidio de desempleo, seguro de enfermedad, de pensión, o de jubilación. La dirección de los centros penitenciarios considera la atribución de un trabajo como una manera de recompensar el buen comportamiento de un recluso. Por tanto, su suspensión es un castigo frecuente.

Reclusos que trabajan

50 %

El Estado belga nunca implementó las disposiciones de la ley de 12 de enero de 2005 que prevén una planificación de la reclusión.

En consecuencia, las formaciones no se inscriben en un proceso de reinserción; todas son organizadas por asociaciones externas a la prisión y su oferta es insuficiente. El personal se encarga de fijar los criterios de admisibilidad, a veces de forma arbitraria o a manera de recompensa.

Con frecuencia, los reclusos deben elegir entre el empleo y la formación. En esos casos, los reclusos favorecen el trabajo, ya que este les aporta una pequeña remuneración. Las formaciones dependen de los traslados de los reclusos de un establecimiento al otro.

Los reclusos tienen acceso a la radio y a la televisión en la celda. En el economato se pueden adquirir los aparatos y las suscripciones a las cadenas de televisión.

Ciertos establecimientos obligan a los reclusos a arrendar un televisor aunque ellos ya tengan uno.

Es posible practicar libremente su religión.
Desde el 2007, los reclusos tienen acceso a consejeros religiosos, pagados por el Estado. Sin embargo, su número es insuficiente. Los consejeros católicos reciben el mayor número de subsidios. En los establecimientos, también intervienen imanes, capellanes judíos y ministros protestantes. A menudo se aducen razones de seguridad para limitar su entrada. Los musulmanes pagan las consecuencias desde los atentados de “Charlie Hebdo”, ahora las solicitudes de visita se deben hacer por escrito y depositarse en el buzón “culto”.

Las visitas pueden tener lugar en las celdas, incluso cuando el recluso está castigado. La presencia de los consejeros de la Fundación para la Asistencia Moral de los Reclusos varía considerablemente según los establecimientos, ya sea por razones geográficas o de organización.

Ver las secciones precedentes También se permite la intervención de los voluntarios de prisiones (a menudo se trata de personas jubiladas).

Los reclusos pueden tener una cuenta que les servirá para adquirir productos en el economato o para realizar llamadas telefónicas. En esta cuenta se puede depositar la remuneración del trabajo, el dinero que recibe de sus familiares o la mitad de la pensión de invalidez percibida en el exterior.

Las personas encarceladas no pueden seguir percibiendo el subsidio de desempleo o las ayudas sociales (CPAS o RIS).    
Los precios del economato se incrementan en un 10%. Esta cuota de solidaridad es impuesta y se utiliza para crear un fondo de ayuda mutua para los internos sin recursos. Los reclusos indigentes perciben, en principio, una ayuda mínima en forma de crédito telefónico, de tabaco y de artículos de higiene (máquina de afeitar, jabón, papel higiénico, etc.). En la prisión de Saint-Gilles, esto representa un euro de crédito de llamadas a la semana y cinco euros de economato por mes.

Desde el 2005, existe un procedimiento legal específico para que los reclusos planteen sus quejas. Sin embargo, este no se aplica sistemáticamente.

Los reclusos pueden presentar sus quejas ante la comisión de vigilancia, el órgano encargado del control independiente del establecimiento, de la redacción de un informe anual, de la formulación de las recomendaciones y de la mediación entre la administración penitenciaria y los reclusos. En teoría, en cada establecimiento debe existir una comisión de vigilancia, pero este no siempre es el caso. Con frecuencia, el número de comisarios es insuficiente.

En ciertos establecimientos como Andenne, Ittre, Jamioulx existen órganos de concertación, a los cuales los reclusos referentes remiten las quejas y las solicitudes de sus compañeros. Estos reclusos pueden actuar como mediadores.

En unas cuantas prisiones (ej: prisión de Lantin) hay reclusos que dirigen un programa de radio.

Las fugas como tal no se sancionan penalmente: solo se castigan las eventuales infracciones cometidas en tal ocasión (amenazas, violencia, destrucción, etc.). Se cuentan como fuga los casos en los que los reclusos no regresan a tiempo tras un permiso de salida. En 2015, el Ministerio de Justicia contabilizó 15 fugas. En 14 casos, los reclusos huyeron de establecimientos abiertos.

En ciertas prisiones han habido movimientos colectivos de protesta en los que, por lo general, los reclusos se niegan a regresar a sus celdas al final de la hora de patio.

En febrero de 2016, los reclusos de la prisión de Saint Gilles protestaron contra la prolongada privación de actividades (varios meses). Pacíficamente, durante 30 minutos, los internos se negaron a regresar a su celda y remitieron un texto a la dirección. La administración les impuso una sanción colectiva, que fue suspendida por el Consejo de Estado.

En 2014, el Tribunal Constitucional anuló una modificación de la ley que preveía proceder sistemáticamente a registros corporales con desnudo integral tras las visitas y los permisos de salida. Pese a esta decisión, se llevaron a cabo numerosos cacheos abusivos no individualizados.

La sanción disciplinaria más utilizada es el aislamiento (de 1 a 30 días máximo):

  • el recluso es privado de actividades colectivas
  • recibe sus visitas tras un vidrio de separación
  • sale a un patio individual y se le permite reunirse únicamente con su abogado
  • pero de manera restringida

La sanción más severa es el encierro en el calabozo por un periodo de 14 días.    
Ciertos reclusos son puestos bajo un régimen de seguridad particular. Se trata de un aislamiento por un periodo de dos meses, renovable indefinidamente, en el que las visitas de los familiares son aún más limitadas y los reclusos reciben un escaso acompañamiento médico o psicológico. Estas sanciones son contrarias a las reglas internacionales. Desde el mes de enero de 2015, la Dirección General de los establecimientos penitenciarios aplica sistemáticamente esta sanción a los reclusos sospechosos de terrorismo. En las prisiones de Hasselt y de Ittre, se acondicionaron dos nuevos módulos de 20 plazas para recibir a los reclusos más “radicalizados”. Sin embargo, no se ha asociado ningún programa de “desradicalización” a este tipo de práctica.

Finalmente, Bélgica cuenta con un módulo de muy alta seguridad de 10 plazas en la prisión de Brujas.