Vida cotidiana

Las celdas son pequeñas, oscuras y están mal ventiladas. Por ejemplo, se necesita una linterna para entrar en ciertas celdas de la prisión de Nzérékoré en pleno día. Los reclusos duermen en el suelo, sobre esteras, y hacen sus necesidades en cubos de plástico.

La tasa de malnutrición en prisión es, hoy en día, equivalente a la de la población no carcelaria, gracias a los esfuerzos del gobierno y del CICR desde 2013.

El CICR ha contribuido a que los reclusos reciban dos raciones de comida al día: gachas dulces para el desayuno y 900 gramos de arroz acompañado de 200 gramos de una salsa guineana (hojas de mandioca, salsa de cacahuetes, hojas de patata o sopa) para la comida.

Los productos frescos (carne, calabaza, hoja de mandioca) no están disponibles en cantidad suficiente. Los reclusos se quejan de la calidad y la cantidad de la comida. Es posible comprar comida dentro de la prisión (helados, galletas, sándwiches o crema de cacahuete) o recibir complementos de los allegados.

El personal médico de la prisión de Conakry pesa a los reclusos con regularidad, y el CICR se encarga de hacerlo una vez al mes en los otros establecimientos. Se distribuyen galletas hipercalóricas BP 100 a los reclusos que presentan carencias alimentarias (tres galletas para casos moderados y seis por los severos). Sin embargo, el CICR constata que en 12 establecimientos, el personal no distribuye las galletas BP 100 a los reclusos.

El presupuesto destinado para la alimentación, en 2014, es de una media de 6 mil millones de francos guineanos (816 856 USD).

La escasez de agua es habitual. Los reclusos no disponen de jabón para lavarse, lavar su ropa y sus esteras. Pocos establecimientos tienen duchas y la mayoría de reclusos se lavan con cubos.

Las fosas sépticas no tienen canales de evacuación y la acumulación de desechos conlleva enfermedades como el paludismo o la helmintiasis. Los cubos facilitados para satisfacer las necesidades de los reclusos se vacían con poca frecuencia.

La malnutrición y la deshidratación crónica, junto con una higiene inadecuada, dejan a los reclusos vulnerables ante las enfermedades. Las más recurrentes son las infecciones de la piel, el beriberi (falta de vitaminas), la malaria, la diarrea y las enfermedades respiratorias. Los reclusos que padecen de tuberculosis no son separados de los demás ni vigilados correctamente. No hay medida alguna para la prevención de enfermedades transmisibles (desagüe, mosquiteras, insecticidas).

Solo 22 de 31 establecimientos disponen de una enfermería que ofrezca servicios básicos. El personal de sanidad está generalmente poco formado y mal remunerado, y la violencia dentro de los centros penitenciarios dificulta sus condiciones de trabajo.

Ciertas instalaciones situadas en el interior del país disponen de una enfermería. Sin embargo, el personal solo realiza visitas una vez a la semana o, excepcionalmente, cuando un recluso está gravemente enfermo. En Conakry, la ratio de personal médico es aproximadamente de un trabajador de salud por 250 internos.

El presupuesto previsto para la compra de medicamentos de base es bajo. Los antiretrovirales y los antipalúdicos se distribuyen de manera gratuita. Las familias o las ONG proveen los tratamientos para otras enfermedades. El personal pide un soborno por hacer llegar los medicamentos a los enfermos.

Un acuerdo concluido en 2014 entre la administración penitenciaria y el Ministerio de Sanidad prevé la posibilidad de realizar exámenes hospitalarios gratuitos para los reclusos. En Guinea, normalmente todos los servicios de sanidad son de pago.

Los reclusos en estado grave deben ser transferidos al hospital. Los procesos administrativos son largos y los medios de transporte, escasos, por lo que el riesgo de fallecer antes de ser llevado al hospital es alto. Los costes de hospitalización corren a cargo de la familia, hecho que deja a los reclusos indigentes en una situación particularmente vulnerable.

Solo ciertos reclusos consumen marihuana. No circula ningún tipo de droga intravenosa dentro de las prisiones, puesto que su coste es demasiado elevado para el nivel de vida del país.

No se provee ninguna asistencia médica para los reclusos que sufren de trastornos psiquiátricos.

Si bien la Comisión reconoce los esfuerzos realizados por la administración penitenciaria durante la crisis de ébola (ningún recluso fue infectado), también pone de manifiesto la carencia de material necesario para evitar su propagación (guantes, lejía y jabón).

No todas las instalaciones tienen un patio interior, como por ejemplo, la prisión de Dubréka.

En los establecimientos en los que sí hay un patio, los guardias prohíben el acceso de los reclusos por temor a fugas, como es el caso de N’Zérékoré. Los reclusos son ociosos debido a las pocas oportunidades que tienen de hacer ejercicio físico. En Conakry, las salidas al patio están permitidas entre las 10h y las 17h. En este establecimiento es posible practicar deportes de equipo, pero solo en caso de que una organización haga un donativo de balones.

Ningún establecimiento tiene biblioteca.

Kindianaise d’assistance aux détenus (KDA) organiza un taller de panadería en la prisión de Kindia. La ONG ha llevado un horno y formó a varios reclusos en la producción de pan. Los productos son vendidos al exterior de la prisión y el dinero recaudado sirve para comprar los materiales de producción y desarrollar el proyecto.

Los reclusos cuentan con pocos medios para ejercer una actividad. En varias ocasiones, el CICR distribuyó esteras en diferentes prisiones, pero estas desaparecían sin explicación. Algunos meses después, se descubrió que los reclusos las utilizaban para trenzar objetos y venderlos al exterior.

En general, los reclusos se encargan de la limpieza y participan en la preparación de las comidas (lo que les permite recibir una comida suplementaria).

Aunque el 90 % de los reclusos son iletrados, la administración penitenciaria no provee ningún programa de alfabetización.

La administración penitenciaria, en colaboración con las ONG “SOS Mineurs” y “ASWAP”, organizó durante varios años un programa de alfabetización para menores en la prisión de Conakry. Esta iniciativa se terminó en 2004 por falta de recursos suficientes del Estado.

Todos los establecimientos poseen un lugar de culto. Los capellanes musulmanes y cristianos visitan regularmente los establecimientos penitenciarios.

La prisión de Conakry cuenta con una mezquita y una pequeña iglesia.

Los reclusos cristianos (el 11 % de la población del país) no parecen sufrir de una discriminación importante por parte de la mayoría musulmana.

La ONG Même Droit pour Tous (MDT) ofrece asistencia jurídica a los reclusos en caso de detención irregular, persigue a los funcionarios que hayan perpetrado actos de tortura, y forma a los magistrados para prevenir el incumplimiento de los plazos de prisión preventiva.

El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) interviene regularmente en los establecimientos penitenciarios del país: en la prisión civil de Dubréka ayudó a acondicionar un espacio para las mujeres; en Fria contribuyó con la construcción de una enfermería, la reparación del techo, y la instalación de un pozo equipado con una bomba a pedal y de un estanque para el almacenamiento de agua. Asimismo, el CICR continúa con su programa de lucha contra la malnutrición, dentro del que trata a 84 reclusos con malnutrición severa y a 1391 con malnutrición moderada.

El CICR actúa también como enlace entre los internos y sus familias, en 2015, envió 99 mensajes a los allegados.

La Kindianaise d’assistance aux détenus (KDA) trabaja para mejorar la higiene y la salud de la prisión de Kindia, forma a algunos reclusos en cuestiones de sanidad, provee medicamentos y garantiza la presencia de un enfermero una vez al día. Asimismo, la KDA desarrolla talleres de panadería para favorecer las actividades generadoras de ingresos. Desde 2005, la KDA implementa un programa de alfabetización en francés, inglés y árabe abierto a todos los reclusos voluntarios.

No existe ningún programa educativo para los menores. La coordinación nacional de asistencia a los menores, situada en Conakry, está gestionada por la ONG Terre des Hommes - Suisse, una organización que visita regularmente las prisiones, intenta acelerar los procesos judiciales y promueve las penas alternativas y la mejora de las condiciones de reclusión para los menores.

La administración penitenciaria tolera la circulación de dinero en efectivo. Es posible comprar helados, galletas, sándwiches o manteca de cacahuete en el interior de ciertas prisiones, como las de Conakry y Kindia.

El Estado guineano no prevé ningún mecanismo de queja.

Las fugas son frecuentes, dado el estado de las infraestructuras, la falta de personal y la escasa formación del mismo.

El 9 de noviembre de 2015, hubo un intento de fuga en la prisión de Conakry: los reclusos rompieron las puertas de las celdas antes de que los guardias penitenciarios o la policía pudieran intervenir. Los hechos ocasionaron numerosos heridos (tanto reclusos como policías), el deceso de tres internos y daños materiales considerables. Las autoridades trasladaron una parte de los reclusos a prisiones de otras regiones.

Los visitantes y los objetos que llevan consigo (paquetes, comida) se inspeccionan sistemáticamente a la entrada. Las celdas se registran regularmente para verificar que no haya cáñamo.

La aplicación de castigos corporales en prisión no es común. Las prácticas punitivas más habituales son el traslado a otras prisiones, el aislamiento, la inmovilización corporal de reclusos violentos o el uso de la fuerza en caso de disturbios.

Los reclusos peligrosos, aquellos que hubieran cometido un delito grave o aquellos condenados por un delito de connotación política son enviados a las celdas de aislamiento durante una o dos semanas. El administrador de la prisión es el encargado de determinar si una persona debe ser puesta en aislamiento.