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Vida cotidiana

La reclusión es colectiva. Se agrupa a las personas presas en grandes dormitorios, de entre 50 y 200 m². Dichos dormitorios están dotados de literas de dos o tres pisos, una fuente y baños.

La superpoblación de los dormitorios en relación con su capacidad inicialmente prevista es sistemática. No todas las personas reclusas disponen de una cama, algunas comparten cama y otras incluso duermen en el suelo.

La administración no proporciona mobiliario para los dormitorios. Los presos cuelgan sus pertenencias en las barandillas de las camas o en el alféizar de las ventanas. La ropa se seca en las ventanas o en el patio.

Los edificios son insalubres y están deteriorados, mal iluminados y mal ventilados. No tienen calefacción ni están climatizados. La humedad permanente da lugar al enmohecimiento de las paredes.

En el centro de detención de Mornaguia, los presos están recluidos en módulos. Cada uno se compone de tres dormitorios colectivos y un patio de hormigón cubierto por rejas. Cada dormitorio contiene 60 literas de dos o tres pisos, alineadas con menos de un metro de separación a cada lado. Cada dormitorio alberga entre 80 y 120 personas. A menudo, tienen una ocupación del doble, el triple e incluso, en ocasiones, diez veces su capacidad. Por lo tanto, puede suceder que algunas personas reclusas no tengan cama.

Se proporcionan dos mantas a cada recluso. Con frecuencia, los dormitorios están equipados con ventiladores en el techo. Los baños se encuentran al fondo de la celda. Los televisores, en caso de que los haya, se colocan encima de la puerta de entrada al dormitorio.

La Dirección General de Prisiones y Reeducación proporciona tres comidas al día. Se sirven a horarios variables en una olla grande. La cantidad y la calidad de los alimentos proporcionados resultan insuficientes (salsa de verduras y pan).

La función de la alimentación recae principalmente sobre las cestas de comida que suministran las familias. La cesta es un pilar de la vida en la cárcel: un medio de trueque y de intercambio de servicios entre reclusos. Los vigilantes la consideran una herramienta para mantener la paz social. También puede llegar a ser un medio de exclusión para algunos reclusos, sobre todo aquellos que no reciben el apoyo de sus familiares.

También se pueden comprar alimentos en la “tienda” o en el comedor del centro con una moneda propia de la cárcel haciendo el pedido a través del jefe de dormitorio.

La administración penitenciaria no proporciona uniformes. Los reclusos se visten con su propia ropa, que les llevan las familias. Lavan la ropa en el patio. Los productos de limpieza se pueden comprar en la tienda.

La limpieza de los espacios comunes la realizan reclusos a los que se les asigne la labor o aquellos castigados con la realización de tareas.

El hacinamiento produce graves problemas de higiene. Los baños de los dormitorios se utilizan en exceso y no funcionan correctamente. Algunos reclusos afirman que se lavan siempre con agua fría ayudándose de una taza y un balde, independientemente de la estación del año en la que se encuentren. Algunas reclusas cuentan que tienen derecho a una ducha caliente vigilada una vez por semana. El resto del tiempo se lavan con agua fría.

Las duchas que se encuentran fuera de los dormitorios no son suficientes. La ley penitenciaria establece una ducha semanal por recluso. Es habitual la presencia de bacterias y parásitos. En algunos establecimientos, la administración penitenciaria debe proporcionar jabón contra la sarna en la duchas para limitar la propagación de la epidemia.

Los servicios médicos penitenciarios todavía dependen del Ministerio de Justicia. Desde 2011 se ha estado estudiando, con el apoyo del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), una reforma que intenta hacer que dependan del Ministerio de Salud. En 2017, todavía no se ha llevado a cabo, sobre todo por motivos presupuestarios.

Las organizaciones que defienden los derechos humanos critican esta falta de independencia de la medicina en la cárcel y la identifican como una de las causas de la impunidad de los actos de tortura y de maltrato. Desde 2014, la administración penitenciaria, en colaboración con el Comité Internacional de la Cruz Roja, forma a los médicos de las cárceles en el reconocimiento de signos de tortura.

Se lleva a cabo un examen médico al entrar en un centro penitenciario. No se realiza de manera sistemática a causa del hacinamiento y la falta de médicos. Proporciona un diagnóstico de enfermedades infecciosas, sobre todo el VIH y la tuberculosis. Se aísla a las personas enfermas de tuberculosis en módulos aparte.

Exceptuando la unidad médica modelo de la cárcel de Mornaguia, los establecimientos penitenciarios no son capaces de proporcionar atención médica a causa de la falta de material y de recursos humanos. La falta de personal médico se debe sobre todo a la ubicación geográfica de los centros y a lo difícil que resulta su contratación. Los vigilantes pueden proporcionar atención de enfermería y los reclusos dependientes son ayudados por sus compañeros de celda.

En caso de urgencia médica, se puede trasladar a la persona al hospital. En ese caso, se la esposa durante el traslado.

Se ha establecido un protocolo de asistencia médica para los reclusos en huelga de hambre con ayuda del CICR.

No está establecido ningún programa para las personas que sufren adicciones. De hecho, el consumo de estupefacientes está muy extendido en la cárcel. Algunos presos indican que los vigilantes introducen estupefacientes en la cárcel a cambio de dinero y que existe un importante tráfico de medicamentos. Una reclusa, adicta al cannabis, explica que ha consumido sustancias fabricadas con dentífrico y medicamentos para satisfacer su necesidad.

La ley penitenciaria establece un cierto número de actividades para los reclusos:

  • Una hora de paseo como mínimo por día.
  • Acceso a una biblioteca.
  • Realización de estudios.
  • Acceso a actividades culturales y deportivas.
  • Presentación de candidatura para un trabajo remunerado dentro del establecimiento, en el caso de los condenados.

En la práctica, se organizan muy pocas actividades debido a la falta de medios, al hacinamiento y los estrictos procedimientos de seguridad. Solo un escaso número de reclusos tiene acceso a las actividades existentes (formación, trabajo y deporte). Numerosos testimonios indican que la corrupción está muy extendida para acceder a estas actividades.

De este modo, la mayoría de las personas reclusas permanecen encerradas en su dormitorio durante toda su condena, a excepción de una hora al día en un patio de hormigón sin equipamiento deportivo.

La cárcel modelo de Mornaguia dispone tanto de una gran cantidad de equipamiento como de campos de fútbol. Sin embargo, la mayor parte del tiempo, las personas reclusas no pueden acceder a ellos.

El trabajo en la cárcel no es obligatorio salvo en los establecimientos semiabiertos en los que la realización de trabajo agrícola es una condición de acceso. Desde 2011, estos programas se han abandonado como consecuencia de los procedimientos de prevención de fugas.

En otros establecimientos, particularmente en las cárceles de detención, hay muy poca oferta de trabajo. El trabajo consiste principalmente en la realización de tareas de mantenimiento de los espacios comunes y la preparación de comidas y pedidos a la tienda de la cárcel. La cárcel de Mornaguia consta de grandes talleres (carpintería, herrería, imprenta, etc.) en los que los reclusos habilitados pueden ejercer una actividad. Esta está bajamente remunerada y reservada a los condenados que hayan recibido la aprobación de la administración.

Oficialmente, el Ministerio de Justicia defiende la escolarización en la cárcel. En la práctica, pocos cursos y formaciones son accesibles. La mitad de las personas reclusas tienen un nivel inferior o igual a la educación primaria.

Se tiene acceso a la televisión durante la reclusión. Teóricamente, la radio y los periódicos están permitidos, pero es difícil tener acceso a ellos.

No se organiza una práctica colectiva del culto. Las personas pueden rezar en su dormitorio. Los centros no constan de sala de oración ni de capilla.

Se sospecha que los reclusos que actúan como guías espirituales están radicalizados y se les asocia al terrorismo.

La minoría cristiana de los reclusos puede tener acceso a un capellán y a visitadores. En teoría, esto también es posible para los judíos.

Desde el movimiento revolucionario de 2011, las participaciones exteriores se han multiplicado dentro del marco del control de las condiciones de detención, el apoyo de la reforma penitenciaria y la asistencia a los reclusos.

Las principales organizaciones que intervienen en la cárcel son:

  • El Comité Internacional de la Cruz Roja (desde 2005): visita a los reclusos e intenta mejorar las condiciones de reclusión. Desde 2011, realiza un trabajo de reforma con las autoridades tunecinas para transferir el control de los servicios médicos penitenciarios al Ministerio de Salud. Además, se forma a los médicos de la cárcel en el reconocimiento de signos de tortura desde el 2014.

  • Penal Reform International (desde 2014): lucha por la mejora de las condiciones de reclusión y lleva a cabo programas de reinserción.

  • Liga Tunecina de los Derechos Humanos (desde 2013): vela por el respeto de los derechos de los reclusos y previene las violaciones de los derechos humanos.

Otras asociaciones que defienden los derechos humanos participan en un equipo de vigilancia de las condiciones de reclusión, pero su acceso a los centros y a los presos no siempre es efectivo.

Organizaciones internacionales provenientes del sistema onusiano (la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, y UNICEF, para los menores de edad) intervienen para llevar a cabo misiones de control de las condiciones de reclusión y de asesoramiento sobre reformas penitenciarias.

La familia puede depositar dinero en la oficina del contable durante las visitas. La persona reclusa no dispone de dinero en metálico, sino de una moneda carcelaria en forma de bonos, que permiten comprar en la tienda de la cárcel. La mayoría de las veces, las compras se realizan de manera colectiva, como dormitorio, a través del jefe de dormitorio.

La extorsión es frecuente y los cigarrillos se usan como moneda alternativa.

La ley penitenciaria establece una ayuda a los indigentes al salir de la cárcel.

Los reclusos pueden realizar sus peticiones a través de los vigilantes, la oficina social, el director del establecimiento o del juez de ejecución de penas. En la práctica, a menudo el jefe de dormitorio debe hacer de mediador, lo que limita las posibilidades de reclamación 1.

Las peticiones y reivindicaciones colectivas están prohibidas.

En 2011 tuvieron lugar los movimientos colectivos más graves en la historia de las cárceles tunecinas, dentro del marco de los levantamientos revolucionarios. Se produjeron importantes motines que provocaron la muerte de 86 personas (especialmente en el incendio de la cárcel de Monastir, en el que perdieron la vida 49 reclusos). Se estima que alrededor de 11 000 presos, es decir, un tercio de la población carcelaria de aquel momento, se fugaron durante los días siguientes a la caída del régimen, el 14 de enero de 2011. Otras fugas masivas tuvieron lugar durante los meses siguientes.

Los presos políticos, aunque también los presos comunes, utilizan la huelga de hambre como protesta. En noviembre de 2012, murieron dos líderes salafistas reclusos tras llevar a cabo una huelga de hambre. Varias centenas de reclusos comenzaron también una huelga de hambre como muestra de solidaridad. Tras este movimiento colectivo, las autoridades firmaron un protocolo con asociaciones externas, autorizándolas a intervenir en caso de necesidad.

Se llevan a cabo registros tanto de los reclusos como de las celdas. Se aplican regímenes de seguridad específicos a los reclusos considerados peligrosos, ingresados en establecimientos más seguros y en pabellones aparte.

Las sanciones disciplinarias pueden consistir en la privación de visitas, de correo o de las cestas con comida proporcionadas por las familias.

La ley penitenciaria establece el régimen de aislamiento únicamente como último recurso, por un máximo de diez días y tras la aprobación del médico. En la práctica, los exámenes médicos no son sistemáticos. La duración se prolonga sin posibilidad de presentar un recurso efectivo. Las celdas de aislamiento, llamadas siloun, son muy pequeñas, de alrededor de 1 m x 2 m. Están totalmente desprovistas de mobiliario y equipadas con un agujero como sanitario. Allí se encierra al recluso sancionado en la oscuridad únicamente con una manta. Generalmente se encierra a dos o tres personas al mismo tiempo. Los funcionarios de prisiones justifican esta práctica diciendo que ayuda a prevenir el riesgo de suicidio.

Antes los condenados a muerte estaban encadenados permanentemente. Esta práctica se eliminó en 2011.

Las esposas y los instrumentos de inmovilización corporal siguen siendo utilizados durante los traslados médicos y judiciales.