Noruega: acortar la distancia

Johan Lothe. Existen varios tipos de establecimiento a pequeña escala, pero son muy pocos con respecto a las prisiones de máxima seguridad que hay en el país.

Los establecimientos a pequeña escala alojan entre 10 y 25 reclusos, y se sitúan por lo general lejos de las ciudades, pues la administración penitenciaria aún teme construir prisiones cercanas a las zonas residenciales. Muchos de los establecimientos a pequeña escala son centros de reinserción que facilitan la transición entre la prisión y el exterior. Las personas condenadas a penas de larga duración pueden pasar allí sus últimos nueve a tres meses. Se les permite salir para trabajar durante el día y dormir en el centro ─muchos vienen a Wayback en el día para socializar un poco─. También es posible encargarse del jardín, hacer la comida o el café y preparar las reuniones. No se trata de un trabajo en sí, sino más bien de una función social que les permite aprender a comunicar. Lo ideal sería que estos establecimientos ofrecieran un valor añadido a la comunidad para demostrarle a las personas que su proximidad es benéfica para todo el mundo. Un recluso podría por ejemplo encargarse de un taller de bicicletas, un restaurante, un café, o cualquier otro lugar que tenga un interés para la comunidad.

El país también cuenta con centros de rehabilitación para las personas con problemas de adicción. De las 58 prisiones que hay en Noruega, 18 ofrecen algún servicio de rehabilitación. La mitad de las unidades de rehabilitación se encuentran en los establecimientos a pequeña escala, en los que se aloja máximo a 60 personas. Estos servicios constan de actividades de estimulación cognitiva, que consisten en resolver problemas, reforzar su capacidad de reflexión, trabajar sobre su comportamiento, superar el síndrome de abstinencia, prevenir las recaídas, etc. También existen otros programas médicos que utilizan tratamientos como la metadona, el subutex y la subuxone. Alrededor del 10 % de la población carcelaria consume uno de estos fármacos. Los reclusos también pueden pedir pasar los últimos seis o tres meses de su pena en una clínica de desintoxicación fuera de la prisión. Algunas de ellas se encuentran en el campo y otras en las ciudades. Cada persona es diferente, así que mientras unas necesitan alejarse de la ciudad para dejar de consumir drogas, otras necesitan los estímulos de la ciudad para mantener su mente ocupada.

JL. Las prisiones noruegas son edificios viejos, y algunos datan hasta del siglo XVIII. Con frecuencia, las personas privadas de libertad permanecen aisladas en una celda, sin poder acceder a un trabajo o participar en las actividades. Tener su propio espacio es positivo en algunas circunstancias, pero también es nefasto para la socialización. El aislamiento es la causa principal del alto índice de problemas de salud mental entre la población carcelaria del país, que se eleva al 60 %. La administración penitenciaria intenta reducir el riesgo de suicidio, pero en lugar de mejorar las condiciones de reclusión, aísla a las personas para evitar que tengan acceso a objetos peligrosos como medicamentos o cuchillos.

Hoy en día, se registran muchísimos casos de autolesión entre la población carcelaria femenina. Incluso los medios de comunicación han reportado varios suicidios. En WayBack, sabemos que las mujeres se sienten más cómodas trabajando con otras mujeres, pues, con frecuencia, han tenido malas experiencias con hombres, como violencia doméstica y otros tipos de abuso. Además, los servicios para las mujeres en prisión son más escasos. Por ejemplo, no existen centros de reinserción exclusivamente femeninos y los programas que se proponen son más de tipo cognitivo que laboral. Por otra parte, los trabajos que se les ofrecen tienden a ser sexistas ─como la costura, por ejemplo─. De este modo, es muy difícil encontrar empleo tras la liberación, ya que las actividades accesibles son más recreativas que formativas. Así pues, es primordial proponer a las mujeres trabajos que les sean útiles una vez fuera de prisión.

Más de la mitad de la población carcelaria tiene problemas de adicción. Este grupo presenta el índice de reincidencia más alto, por lo que el acceso a los programas de rehabilitación es de gran importancia. El ingreso en prisión es un momento muy difícil, y las personas son muy vulnerables durante las dos primeras semanas. Sin embargo, nosotros nos centramos en la salida de prisión porque sabemos que el riesgo de sobredosis es mucho más alto durante las primeras 48 horas posteriores a la liberación, así como el riesgo de suicidio durante las primeras 24 horas. Es esencial que estas personas tengan una vida social al terminar su jornada laboral, ya que esto les permite evitar el aburrimiento y limitar el riesgo de recaída. Es por esta razón que nos aseguramos de responder al teléfono hasta las 7:00 p.m. para que ellos tengan a alguien con quien hablar. De este modo podemos evitar que tomen una mala decisión.

JL. Para nosotros, WayBack es un soporte para la vida después de la prisión. Yo estuve en prisión, como todos los que trabajan en WayBack. El objetivo principal de nuestra organización es ayudar a las personas que salen de allí a reintegrarse en la sociedad. Por eso las visitamos durante su reclusión para entablar una relación y preparar su liberación. El sistema de seguridad social noruego es bastante bueno, el problema es la brecha entre la prisión y la comunidad. Lo que intentamos hacer es aprovechar nuestra experiencia personal de reinserción para acortar la distancia entre las dos. Lo más importante es brindar apoyo y estabilidad durante el periodo de la transición para que las personas se sientan seguras y tengan mayores posibilidades de lograr su reinserción. Todos los periodos de transición en la vida, como una mudanza, una ruptura, un nuevo trabajo, pueden ser difíciles y aumentar el riesgo de recaer en comportamientos negativos, como el delito y el consumo de drogas. Al minimizar las transiciones y ayudarles, por ejemplo, a reconectar con el exterior y a mejorar sus habilidades sociales, se aumenta la probabilidad de obtener resultados positivos. En promedio, los miembros pasan un año con nosotros, pero no hay ningún límite de tiempo.

Creemos que lo mejor es empezar a trabajar con los reclusos lo antes posible, pero sabemos que también es una cuestión de capacidad. Por lo general, comenzamos entre tres y seis meses antes de su liberación, sea cual sea la duración de su pena. Damos charlas de motivación y organizamos grupos de reflexión de hasta ocho personas. Los interesados pasan una entrevista y firman un acuerdo de adhesión. Lo primero que hacemos es entregarles un diagrama que contiene cinco retos: vivienda; economía y deudas; salud (trastornos mentales, drogas, etc.); trabajo; y red de contactos y amigos. Juntos debatimos sobre lo que debemos abordar primero y la manera de hacerlo. En seguida, nos ponemos en contacto con los organismos pertinentes, como los servicios sanitarios o educativos, para establecer un vínculo e iniciar los trámites. No obstante, la enorme distancia entre los reclusos y la comunidad es un obstáculo considerable para estas iniciativas. Las personas deberían cumplir sus penas cerca de su lugar de residencia, en el que pueden contar con su familia y acceder a los servicios municipales.

La mayoría de nuestros miembros también tiene deudas, por lo que intentamos saldarlas mediante acuerdos con los acreedores. Los problemas financieros son una fuente importante de estrés. Por ello, tratamos de asegurarnos de que las personas tengan ingresos, un lugar donde vivir y un nuevo círculo social para que no vuelvan a conectar con su antigua red delictiva. Por lo general, las personas encuentran apartamentos vacíos, así que intentamos encontrar soluciones; buscamos muebles de segunda mano, vamos juntos de compras y conseguimos un remolque o un coche para transportar los muebles. También les invitamos a WayBack para celebrar su libertad y hacer planes para el futuro, así como para mantener el contacto y las relaciones.

El punto fuerte de la organización reside en la experiencia de sus miembros, ya que esta les permite comprender mejor la situación de los reclusos y, por ende, entablar una relación con mayor facilidad. Asumimos un rol de mentores o patrocinadores, más que de trabajadores sociales o familiares. A muchas de estas personas les cuesta socializar y encontrar un tema de discusión, así que, para resolver este problema, intentamos proponerles paseos o caminatas por la naturaleza, que son más favorables para las relaciones que los entornos laborales tradicionales. Aunque, algunas veces, los factores que motivan el cambio no son claros, lo importante es ayudar a las personas a retomar las riendas de su vida. Siempre les digo: “No puedo decidir por ti ni decirte cómo vivir tu vida, pero puedo darte ejemplos de lo que yo he hecho y de lo que otros han hecho”. Es esencial que sepan que es su decisión, no la nuestra, y que la responsabilidad del cambio es suya.