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España: Terapia entre arcilla y pinceles en la prisión

Las actividades artísticas ganan terreno entre los internos de las cárceles como el centro penitenciario Ponent, en Lleida, y alivian su pena por la reclusión.

“Vengo al taller de pintura para no estar dando vueltas por el patio. Esa es la idea. Te quita de muchos pensamientos, te conectas y por un momento sales de la cárcel”. Habla Antonio, uno de los presos de la cárcel de Lleida, en el taller de pintura de la prisión en el que la monitora, Anna, está convencida de que cada interno hace “un viaje en el mundo del arte y otro, el más importante, dentro de sí mismo”.

“Yo me he encontrado gente que no había cogido nunca un rotulador… Hacíamos un taller de Navidad. Un hombre no hacía nada. ¡Le dije que pintara y preguntó cómo se pintaba! Me estaba hablando con el corazón. Me senté a su lado. Con el tiempo, acabó pintando cuadros”, recuerda Anna.

Hace unos días, cuando Manuel llegó al taller, Anna le puso delante de un espejo y le pidió que dibujara su cara. Todo un “aprendizaje” para él, que se incorporó “para descargar, vaciar, confiar y dejarse llevar”, convencido de que “cada uno tiene que andar su camino, no perjudicar a los demás y confiar, entre comillas, en la gente que no se conoce”.