“La prisión se ha convertido en una presencia amenazante en nuestra sociedad a un nivel sin paralelos en nuestra historia o en la de cualquier otra democracia industrializada.”¶
- ELLIOT CURRIE, Crime and Punishment in America¶
Ante el alarmante ascenso de los odios extremos, la indiferencia no es una opción. Los mecanismos de protección de los derechos humanos, concebidos en tiempos de paz, mantienen toda su relevancia en los momentos de conflicto. En un contexto en el que la guerra mediática tiende a generar confusión, documentar sobre las prisiones en el mundo se convierte en un verdadero reto. Denunciar las violaciones de los derechos, sin conformarnos con soluciones simplistas ni posturas espectaculares, e intentar transformar las condiciones de reclusión es, ante todo, abrazar la complejidad. Analizar, explicar y hacer comprender la realidad es una manera de contribuir a la construcción de respuestas creíbles. El cambio solo será posible si aceptamos dialogar con quienes piensan de manera diferente.
La prisión, creada para condenar las fallas de los individuos, es el espejo implacable de nuestras sociedades, en el que se reflejan las grietas de las estructuras que las sustentan. Las personas no pueden reducirse a sus actos, pues detrás de cada una de ellas siempre existe una historia y un entramado de razones que conducen a la infracción —cuando el encierro no es totalmente arbitrario—. Y si las sociedades no desean tolerar ciertos comportamientos, su responsabilidad es evitar que estos surjan. ¿No es este el rol que deberían desempeñar los servicios públicos encargados del bienestar social, la salud y la educación?
Hoy en día, sabemos que la prisión no repara; por el contrario, destruye, quiebra a las personas que encierra, así como a sus seres queridos, y consume a quienes forman parte de su funcionamiento. Como lo demuestran varios estudios, el encarcelamiento no reduce la inseguridad ni la tasa de reincidencia. En 2020, muchos países lograron limitar el uso de la prisión sin recurrir a nuevos instrumentos jurídicos. ¿Qué se necesita para que recordemos nuestra capacidad de actuar?
En la actualidad existen algunas bases sólidas y, al menos en teoría, la mayoría de los Estados las han aprobado. Tal como lo precisan las normativas internacionales, la prisión debe ser una solución de último recurso y solo debe usarse para privar a las personas de su libertad, no de sus demás derechos fundamentales.
La información es la mejor de las armas, y confiamos en que puede ser un poderoso antídoto contra la ilusión de la represión y la manipulación de la ignorancia.