Cada semana, varios miembros de la Fundación Cooperativa del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica visitan la prisión de Gran Teherán para seleccionar a las personas que trabajarán en los talleres. La fundación apoya los negocios creados por Shahram Jazayeri y por algunos oficiales del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica.
Las principales tareas en los talleres consisten en coser o empaquetar alimentos. La fundación compra grandes volúmenes de productos alimenticios caducados, y las personas privadas de libertad se encargan de empacarlos. En prisión, las personas trabajan de manera casi gratuita, e incluso a veces se les obliga a hacerlo sin ninguna remuneración. Mientras que, en 2022, el salario mínimo era de 5 000 000 tomanes al mes, la fundación pagaba menos de 200 000 por jornadas laborales de entre 12 y 16 horas diarias, sin seguro ni medidas de seguridad. Además, las condiciones de trabajo, como el hecho de permanecer de pie todo el día, suelen afectar su salud. En 2022, más de cien personas privadas de libertad murieron en la explosión de uno de esos talleres. Las personas trabajan para poder pagar un lugar mejor para dormir en prisión o para aumentar sus posibilidades de liberación.
Si las personas que trabajan tan duro en prisión hubieran tenido un trabajo fuera, ¿habrían terminado en prisión? Me he hecho esta pregunta miles de veces y lo único que obtengo como respuesta son acusaciones de propaganda contra el régimen, encarcelamiento y exilio.
Las personas privadas de libertad tienen que prestar ciertos servicios a los guardias, como reparar sus autos, cocinar para ellos, limpiar sus oficinas y las áreas externas de los establecimientos, servirles de intérpretes, construir nuevas prisiones, etc. En la prisión de Gran Teherán siempre se decía que las personas privadas de libertad habían construido las paredes del establecimiento, a cambio de cigarrillos. Las remuneraciones son muy bajas, al igual que las de los trabajadores de servicio que lavan las calderas, limpian los pasillos, lavan los baños, cocinan para los oficiales y lavan sus platos. Muchas personas privadas de libertad también están obligadas a hacer la comida y encargarse de la lavandería por un salario irrisorio. La tarifa que se recibe por lavar una prenda en la prisión de Evin es de 10 000 tomanes, y 2000 tomanes en la prisión de Gran Teherán. En 2022, el encargado de la sala, que es responsable de entregar la comida, lavar los platos y limpiar la habitación, recibía 500 000 tomanes por semana en las prisiones de élite, 200 000 tomanes en las prisiones comunes de Evin y 100 000 tomanes en la prisión de Gran Teherán.
Para ganar dinero, las personas privadas de libertad también se ven obligadas a prostituirse o a esconder artículos prohibidos, como drogas o teléfonos móviles, para introducir en la prisión. Las mujeres, en particular, son las que ocultan estos objetos en su cuerpo, lo que, de alguna manera, puede considerarse una forma de prostitución. Ofrecer servicios sexuales a otros, también es una práctica común en las prisiones iraníes.