Si alguien viola las reglas penitenciarias (riñas, apuñalamiento, posesión de teléfonos celulares, otro contrabando), son enviados al régimen de aislamiento y no pueden recibir visitas por hasta 41 días: y es en la puerta donde dicen a los familiares que no podrán ver su ser querido porque está en aislamiento.
A uno puede que lo cambien de grupo dependiendo de la gravedad de la ofensa que cometió.
Una persona por ejemplo puede que la asignen al grupo D, donde a los presos no pueden recibir visitas por un cierto lapso de tiempo, hasta seis meses me parece.
Luego, en el grupo C, las visitas son una vez al mes, a través de una ventana. Luego se pasa al grupo B, donde las visitas siempre se realizan también a través de una ventana, dos veces al mes y también durante seis meses. Este período ser extendido si los guardias consideran que la persona no se ha comportado bien.
Nuestros familiares tenían -y todavía tienen- que pagar sumas exorbitantes en el quiosco de la prisión. Los precios cambian todos los días de acuerdo con la ganancia deseada. Había muchas irregularidades: para el mismo producto, a veces era necesario pagar dos o hasta tres veces el precio que se exigía en el exterior. Se supone que el dinero que sale del kiosco se usa para programas recreativos, para comprar tableros de ajedrez, balones de fútbol, voleibol y otras cosas para que los presos puedan realizar actividades. Pero en realidad, los clubes deportivos a los que pertenecen los guardias son los que recuperan el dinero y se lo reparten; y los presos se quedan sin nada que hacer.
Cuando finalmente lográbamos ver a nuestras familias, para el grupo A, los que tienen derecho a tres visitas, éstas duran entre tres cuartos de hora y una hora. Al comienzo del mes, más o menos una hora, pero a final de mes son más bien 45 minutos, para permitir que entre el mayor número de personas. Pero los guardias no comunicaban esto claramente; y si nos quejamos de algo, el personal nos pone enseguida en nuestro sitio.
Una vez, mi novia tenia problemas y necesitaba hablar conmigo. Solicité que me acordaran dos visitas con ella, pero ese mismo mes ya había pedido pasar más tiempo con mis primos; así que no era seguro que accedieran a mi petición. La otra opción que me quedaba era comprar una visita; y se la compré al preso que trabajaba en las visitas. Entré a la sala de visitas sin entregar mi tarjeta de recluso: es ella quien indica que estoy allí, y eso permite a los supervisores controlar cuando dura una visita. Me quedé una hora y luego di mi tarjeta para que se la entregaran a los guardias, como si acabara de llegar. De vuelta al pabellón, fui a ver al tipo que me vendió la visita y le di 20 Rands.
En el área reservada a los condenados, los días de visita eran los fines de semana y los días feriados. Para los grupos B y C, las visitas duran 30 minutos y no se les permite contacto físico.
Treinta minutos es realmente poco cuando tienes cosas que decir, y hay tanto ruido. Se tiene que repetir todo varias veces; hay que hablar rápido, e incluso así, siempre hay cosas que no logramos tener el tiempo de decir.
Cuando estaba en espera del juicio, era lo mismo. A veces los altavoces no funcionaban y había mucho ruido; al final, terminábamos recogiendo los paquetes que nos habían traído y nos despedíamos, frustrados, decepcionados y enojados… pero no había nada que pudiésemos hacer.