
El tacto — 2/12
¿Quién puede describir el tacto?
Cada mes, el fotógrafo Bertrand Gaudillère realiza una fotografía, o la elige entre sus archivos, para que Prison Insider la envíe a los diferentes reclusos de varias partes del mundo que participan en el proyecto.
Estan encarcelados en Argentina, en los Estados Unidos, en Francia, en Suiza, en Guatemala, en Ucrania, en Colombia, en Líbano, en Italia, en Japón y en Bélgica.

Bertrand habla a los participantes
Ellos bailan, debo fotografiar su espectáculo… Sigo sus movimientos hasta el instante en el que los cuerpos se detienen; inmóviles, se tocan, parecen muertos… Se dice que el tacto es esencial para la supervivencia del hombre y de los animales...
Bertrand.
Prison Insider le propone contarnos libremente lo que le evoca, o le hace sentir, esta imagen relacionada con el sentido del tacto, desde su lugar de encarcelamiento.
Estados Unidos, Schuylkill (Pensilvania)
Alguien quiere destruir la Justicia
Para mi amada Dama de la Justicia.
Nuestro amor resume toda nuestra existencia; nuestro baile es la libertad de la vida; nuestro abrazo es el inicio de todo. Somos la encarnación de la unidad. El arte es la imitación denuestros movimientos, dirigidade forma autónoma por la tiza de la libertad.
A menudo me pregunto... Pero he comprendido que el arte no es más que nuestra sombra. Entonces, nuestro baile se detiene; quedo inmóvil en un abismo de desespero.
Y,de repente, me doy cuenta de que alguien desprecia mi vida,que alguien quiere destruir la Justicia, que alguien ha falsificado la imagen de la Dama y se ha burlado de ella, por aversión a su imparcialidad, que alguien ha disfrazado a la venganza con su imagen.
La Dama de la Justicia ya no lo es.
Y, ahora, lloro porque mentí y robé pensando que algún día la justicia me salvaría de mí mismo.
Esta nueva imagen de la justicia es aterradora; no puede bailar, y por eso me atormenta indefinidamente. Trato de alcanzar a mi amada Dama, ¿dónde está? No puedo continuar si ella permanece inmóvil como yo. Y entonces sucede; siento que me toca. ¡Cómo añoro bailar con ella una vez más! Necesito que me salve.
Necesito sentir amor. Necesito... Justicia.
Francia, Arles
Compenso la falta de contacto con las personas que amo, pero que no están junto a mí, por medio del contacto con la materia.
¡Es una foto magnífica, esa pareja de bailarines! Al ver la fotografía se puede uno imaginar que la pareja está en posición vertical, y que la mujer se aferra con su mano izquierda a las asperezas de un muro, sujetando al hombre por la cabeza para que no caiga.
Una mujer puede ser, a veces, un sostén para el hombre, ayudándole a no caer o a levantarse; un apoyo físico y psicológico esencial para la construcción de una vida o de un momento. ¿Qué sentido tendría la vida sin la presencia de una mujer ? Para mí, la cohesión de una pareja es el cimiento sobre el que todo se construye.
En prisión, un apretón de manos a uno o una palmada en la espalda a otro, es el signo de la solidaridad entre detenidos; es un ritual importante de nuestra vida cotidiana. Ignorar a alguien es una ofensa, algo que solo se hace en contadas ocasiones, cuando se considera a un recluso poco recomendable.
Si se exceptúa ese ritual del saludo cotidiano a cada persona, no hay otro contacto físico, salvo las raras peleas que se dan en mi establecimiento.
Personalmente, compenso la falta de contacto con las personas que amo, pero que no están junto a mí, por medio del contacto con la materia. En mi celda, hago esculturas: pequeñas figuritas de jabón, las moldeo, las froto, las acaricio; eso me relaja y me calma.
La privación de libertad no se limita a estar alejado de los demás ciudadanos y a permanecer encerrado en un espacio físico; la privación de libertad engendra muchos otros males, pero ese no es el tema de nuestra fotografía.
Japón
Tocarse las manos al pasar,
Y saber que no estás solo,
Es el hálito de esperanza que tanto necesitas
Pero que no puedes escuchar.
¡Cuánta soledad! Tanta gente a tu alrededor,
Y, sin embargo, nadie que te quiera tocar.
Privado de todo afecto, hoy te tiendo mi mano,
Para suplicarte que me abraces…
La falta de contacto humano me está matando poco a poco.
Estados Unidos, Lake Placid
La prisión te quita todo y te arranca la humanidad
Me preguntan qué veo…
Lo que veo es un hombre, una mujer, el orden de la vida, la finalización de la humanidad; el ayer, el hoy y el mañana; el deseo de uno de completar al otro, de convertirse en uno solo; el equilibrio de la vida interrumpido por algo letal; una triste verdad; la muerte de “todos”.
El mañana asesinado por la distancia y el tiempo: esa es la prisión.
Porque la prisión te quita todo, te arranca la humanidad y destruye lo que estaba destinado a ser una estructura, una familia; dejándola a ella vacía, necesitándolo a él.
Él intenta, con mucho esfuerzo, regresar del abismo, pues ha perdido la inteligencia emocional tan necesaria para sobrevivir; las circunstancias lo mantienen cautivo. ¿Puedes verlos? Ella extiende completamente su brazo derecho, él extiende a medias su brazo izquierdo. Estas son las señales.
La simbología es que él tiene más dificultades para tocar, para sentir. Ella es consciente de que su fuerza consiste en proteger; él reconoce que la debilidad forma parte de su naturaleza. Probablemente, el tiempo y la distancia le impidan a ella “sentir” la belleza de la vida que florece en su vientre, mientras él permanece atrapado en las entrañas de la bestia.
Lo que veo es la realidad, los desastres, la belleza. Veo que ambos se niegan a rendirse en su esfuerzo por alcanzarse el uno al otro, y veo que nunca dejan de intentarlo porque no hace falta “tocar” para poder “sentir”.
Suiza
¿acaso no es el mismo sol el que toca tu piel y el que toca la mía?
¿A cuántos kilómetros estamos el uno del otro?
Distancias insalvables que me mantienen sumergida en océanos de nostalgia. Tú pareces haberte rendido, yo no. Ni lo haré. Pienso mantener ese hilo invisible que me conecta ti y que me permite tocarte, como si estuvieras aquí, cerca de mí…
¿acaso no es el mismo sol el que toca tu piel y el que toca la mía? Tu sol y mi sol. Tu luna y mi luna. Cada vez que la miro, pienso si también la mirarás tú… si me recordarás todavía, si tendrás en la boca ese sabor que solo dejan mis besos, bañados por la mar.
Todo muere y nace cada día, incluso tú y yo, que con el alba nos convertimos en algo nuevo, en una lección aprendida más, una laceración en la piel que si no te ha matado te ha hecho más fuerte.
Y debo ser ya muy fuerte por las cicatrices de mi piel.
Este es nuestro espectáculo: extrañarnos aunque lo neguemos, escondernos para que nadie pueda vernos… en este amor que nunca llegó al estreno. Tú te irás y yo permaneceré por si decides volver, porque nadie me sacude los sentimientos como lo haces tú. Nuestra historia no tuvo un bonito final, porque no era el final. Te llevo conmigo, en el tacto distante que me sigue erizando la piel.
Argentina
Al cabo de una hora, me cambié para estar más cómodo, me puse unas ojotas y un short.
Al pensar en el sentido tacto en prisión, me viene a la mente una experiencia física que me sucedió el año pasado en un pabellón de ingreso de la unidad 37: ingresé a las 6:00a.m, me alojaron en el pabellón 8, conocido como el “depósito”, y me llevaron a una celda en la que habían otros tres hombres. Aunque a mi llegada los hombres me invitaron a tomar mate, ambos me inspiraban desconfianza, veía traición en sus miradas, su desprolijidad física me incitaba a mantenerme “alerta”. Las charlas eran básicas, me preguntaron de dónde era, si llevaba mucho tiempo preso, etc. Al cabo de una hora, me cambié para estar más cómodo, me puse unas ojotas y un short. Pero debajo del short, tenía una pequeña varilla con una punta de aproximadamente 20 centímetros… Ellos ni se lo imaginaban.
Mi olfato me decía que algo no andaba bien, cuando de repente, uno de ellos se me tiró encima para intimidarme y me dijo: “Llamas al guardia y te rompo la panza de una puñalada”…
Yo fingí estar asustado, pero no era así. Yo ya he pasado por muchas experiencias de ese tipo y siempre hago frente a las situaciones. Lo dejé que me agarrara por el cuello, mientras el otro hombre se apoderaba de mis pertenencias. El tercer hombre que estaba en la celda se mantuvo ajeno a la situación.
Permanecí inmóvil durante unos diez minutos hasta que encontré el momento de actuar. Cuando menos se lo esperaban, saqué mi faca, a uno le provoqué una herida grave en el cuello y al otro en el estómago; ambos cayeron al piso. Llamé al guardia y le dije que se habían peleado entre ellos, y él me creyó. Al quedar solo con el tercer hombre, un joven de 19 años, me contó, con mucha vergüenza, todas las atrocidades a las que estos hombres lo sometieron durante un mes. Entonces, le enseñé a defenderse y hasta el día de hoy mantenemos el contacto…
Guatemala
Muertos parecemos, pero, de repente, una chispa se enciende.
Mirando a través de la ventana
La vida es como una canción; bailamos al son que nos toque.
El ritmo nos adormece, dejándonos inmóviles, presos del tiempo.
Muertos parecemos, pero, de repente, una chispa se enciende:
nos damos cuenta de que hemos sobrevivido al vendaval de las circunstancias.
Estamos viviendo una experiencia que nos limita a algunas cosas.
Pero a la vez nos abre oportunidades para expresar lo que sentimos aquí.
Las prisiones en cualquier lugar del mundo son lugares no gratos, molestos, mal olientes.
Lugares llenos de almas desgraciadas que deambulan sin cesar de un lado para otro.
La gran mayoría están como muertos, prefieren no pensar mientras se ahogan. Están presos por alguna razón, presos en sí mismos.
No miran por la ventana que accede al otro lado del mundo.
Japón
Me he convertido en una simple sombra
Al mirar la fotografía, me doy cuenta de que he olvidado lo que es sentir que te toquen; ya ni la lluvia cae sobre mí, y a través de la malla metálica, no puedo alcanzarla o sentirla.
Cuando miro a los bailarines, cercanos e inmóviles, veo el contacto de sus pieles, tan íntimo. Siento envidia; añoro sentir ese contacto, esa intimidad.
Ya no sé lo que se siente estar en los brazos de alguien, o tomarse de la mano, entrelazar un meñique, dar una palmada en el hombro. Antes, explicar una interacción tan básica habría sido fácil, incluso innecesario.
Ahora, no podría ni siquiera describir la textura de otra piel que no sea la mía.
Pérdida. Sola. Nostálgica. Estas son mis palabras. Siento como si todo el elemento humano hubiera desaparecido de mi vida. Me he convertido en una simple sombra; soy tan solo una copia de otro ser humano. No vivo en un mundo de interacción y estímulos físicos como los demás. Y por ello, languidezco.
Líbano
Rendidos ante el poder del amor que los arrastra y los dibuja en un solo cuerpo. Fuertes, respiran la vida que los conduce a un mundo triste. Cansados en lo más profundo de su ser, reflexionan intensamente sobre su amor y fraternidad. Su confianza y su fe mutua crecen hasta fusionarlos en un solo corazón, capaz de enfrentar todos los problemas que surgen en cada etapa de la vida.
El cuerpo dibujado en el suelo puede ser de algún ser querido ausente, o podría representar nuestras figuras cansadas y abrumadas que nadie advierte, a pesar de ser un ser completo que se alza como una escultura. Invisible, a pesar de todo el ruido que hace.
El gesto de la mano es una red de salvación, glorificando al otro y haciendo de las líneas en el sordo suelo una obra maestra. Un espejo moderno que imita al mundo, en un corazón que late con deseos enterrados en nuestro yo más profundo.
-- Leer la version original (arabe)
Francia, Arles
Lo que nos une, al igual que a los bailarines de la foto, es la ausencia simbolizada por el dibujo; el hecho de extrañar al otro, a los otros, de extrañar las cosas de las que nos priva el encierro. Una parte de nosotros queda atrapada más allá de los muros, convirtiéndonos en “seres inertes” despojados de sentido común. Somos personas entre paréntesis, personas a las que la estrechez de este lugar acerca al extremo del contacto no deseado. Todos aquí compartimos ese vacío, esa “nada” intrínseca que nos embarga, ese dolor lacerante que marca como un metrónomo el paso de nuestros días.
Ucrania
Él: por tu bien, por nuestro bien, lo haría todo, lo superaría todo.
Ella: no te rindas, estoy aquí, estoy contigo.
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Leer la version original (en ruso)
Francia, Roanne
Desearíamos tocar el reloj para hacerlo avanzar más rápido.
Los cuerpos tirados en el suelo podrían evocar la muerte. Pero yo no lo veo de esa manera. Estos cuerpos son más bien como un verso o un panfleto de un cuento o de una novela, como un impulso, un paso de baile en el que, en uno de los movimientos de los bailarines de ballet, los cuerpos deben permanecer en posición horizontal.
La mano de la mujer extendida para tocar una parte de la cabeza del hombre; la mano del hombre, a solo unos cuantos centímetros del suelo, dirigida hacia ella me provocan fuertes sensaciones. Entonces, ¿por qué no podría pensar que estos cuerpos están vivos? Cuando un perro duerme profundamente, y que no sentimos su respiración, el primer reflejo es tocarlo para saber si está vivo.
Desde la prisión, podría decir que el tacto es el vínculo esencial con los objetos que utilizamos, las texturas, la ropa o, simplemente, los libros que nos gusta leer y que nos producen intensas emociones. El tacto es fundamental no solo para la supervivencia del hombre y de los animales, en cualquier lugar, sino también en el encarcelamiento, donde lo necesitamos para sentir que existimos. Lamentablemente, no podemos tocar los animales. Pero la mano de nuestros hijos y de nuestros familiares, los abrazos durante las visitas, nos permiten vivir la vida exterior, aunque el tiempo sea contado.
Este reloj implacable que deja escapar las horas, funciona al mismo ritmo del exterior, solo que aquí adentro, atrapadas por el tiempo, desearíamos tocarlo para hacerlo avanzar más rápido. El tacto es simplemente el que nos permite sentir la vida.
Colombia
De alguna forma, el tacto es nuestra salvación.
Muchos comparan a las cárceles con tumbas para gente viva.
A primera vista, parece la foto de una escena de crimen, previa al levantamiento de los cuerpos… Quienes la hemos vivido, conocemos esta realidad de la prisión.
En este lugar, tenemos que aferrarnos a lo que palpamos, aferrarnos al diario y tedioso recorrido de un eterno ir y venir a los pocos lugares de siempre, mientras se cumple el tiempo de la condena.
De alguna forma, el tacto es nuestra salvación; poder tocar a nuestra compañera, saludar a los amigos y amigas, abrazar a nuestros familiares y, sobre todo, recibir el conmovedor abrazo y el liberador beso de las madres, es un momento de respiro que se nos permite antes de regresar a la realidad del opresivo encierro de los muros y las rejas.
Italia
Un acto de amor.
Al observar de frente la fotografía, lo primero que puedo ver es a una mujer que sostiene ─ como tratando de sostener el mundo─ la cabeza de un hombre en plena caída.
En cambio, al observarla desde un ángulo plano, lo primero que llama la atención son los dibujos plasmados bajo los dos cuerpos; unos dibujos que se asemejan a la silueta de tiza que traza la policía en las escenas de crimen. Bajo este ángulo, los dos bailarines parecen inertes, extendidos en el suelo, como si el mar los hubiera regresado a la orilla después de un naufragio.
Y, sobre todo, aún queda ese brazo extendido que, sin importar el sentido en el que se mire la foto, evoca inmediatamente un acto de amor.
Leer la versión original (en italiano)