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Uruguay : una cárcel, mil incógnitas

En diciembre se inaugurará la segunda prisión más grande del país. Lejos de la recomendación que indica que las cárceles deben ser pequeñas y tipo chacras, allí habrá 1.960 presos que serán “disciplinados” con un modelo importado de España y que no tomó en cuenta la experiencia local.

Un régimen de asociación público-privada

Este muro es una grieta en el cielo. De cemento, delimita las 25 hectáreas de una cárcel a estrenar. Por su desmesurada inmensidad, de lejos y de cerca, esta prisión perturba. Desde adentro, aunque ahora silenciosa, vacía y pulcra, ahoga. Aquí uno es nadie porque todo es igual: sobrio, rígido y cerrado. Se trata de la primera obra construida y gestionada en régimen de asociación público-privada, donde se prevé que un grupo empresarial garantice la salubridad en las condiciones de reclusión y la tecnología necesaria para poder controlar todo el complejo carcelario de forma remota.

El Estado se encargará de la “rehabilitación” y la seguridad. La combinación, dicen, asegurará el “éxito”. El Ministerio del Interior (MI) vaticina que una vez inaugurada será la cárcel “modelo”.

Si no se continúan postergando los plazos, abrirá a mediados de diciembre.

En el correr de seis meses, los 10 celdarios que constituyen la segunda cárcel más grande del país estarán a tope: 1960 hombres serán recluidos allí, en edificios de baja y media seguridad.

Ellos serán los conejillos de indias de un sistema de reclusión “inédito” aquí: el que aplica España. Videovigilancia, sensores de movimiento y de humo, dispositivos que miden la presión e indican nivel de glucemia de cada recluso o leen la palma de la mano para saber quién es quién. La tecnología permitirá un uso “óptimo” del tiempo, se supone que el preso estará todo el día afuera de la celda trabajando, estudiando o realizando deportes.

Un modelo importado

A un mes y poco de la supuesta inauguración, el Instituto Nacional de Rehabilitación (INR) y el MI todavía se niegan a contestar preguntas sobre los detalles del funcionamiento o qué políticas de reinserción específicas se implementarán. Según confiaron fuentes del gobierno, ni ellos saben exactamente qué van a hacer.

Hay cuestiones básicas por resolver :

¿se podrá fumar o calentar agua dentro de la celda? Ese es uno de los problemas importados de España, porque la infraestructura edilicia no se adaptó a la realidad local y supuestamente estarán prohibidas ambas actividades, cuando aquí es raro encontrar a un preso que no fume.

Mariana Amaro, directora del Centro de Formación Penitenciaria (donde policías y operadores van a estudiar para poder trabajar en cárceles) explicó a El País que el desafío está en que la dinámica “funcione como un relojito” porque “si vos al tipo lo tenés al mango trabajando, estudiando, con un ocio creativo, va a ir a dormir a la celda, no va a tener necesidad de ponerse a fumar porque va a estar cansado y va a querer dormir”.

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