Portafolio

Tras los muros de la prisión de menores de Cēsis reina el aburrimiento. Jérémie Jung dirige talleres fotográficos para 10 de ellos y experimenta la censura de la administración penitenciaria.

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Antes de 1991, cuando Letonia formaba parte de la URSS, en este centro de detención de menores de la ciudad de Cēsis, situada a 80 km al noreste de la capital, Riga, había aproximadamente 300 reclusos. En la actualidad, en ella cumplen sus penas 39 reclusos, sin que se haya modificado su superficie. Por petición de la administración tuve que rascar la fotografía con un cuchillo para hacer desaparecer esta sección de muro, a pesar de que, al haber sido tomada del exterior de la prisión, no representaba ningún riesgo para la seguridad. – © Jérémie Jung / Signatures
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Este edificio se destina a los 20 reclusos cuyas penas ya se han pronunciado. Solo se ocupa un piso, el segundo, que está vacío, a veces se utiliza para poner en aislamiento a algún recluso. Los reclusos en detención provisional tienen otro edificio reservado. – © E. / Jérémie Jung / Signatures
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En el comedor, los prisioneros se separan en dos grupos: los que ya están cumpliendo su pena, en una sala y los que están en detención provisional, en otra. Le pregunté al guardia que me acompañaba permanentemente si podía fotografiar el comedor; me dio su autorización, por lo que allí fuimos. Llegó un grupo de jóvenes para sentarse. Cada uno tenía su propio sitio en la mesa. Aprovecharon que estaba allí para explicarme rápidamente que sus comidas no estaban nunca buenas. Solo me dio tiempo a tomar dos fotos antes de que otro guardia me llamara la atención. Entendí que cada guardia aplica las reglas tal y como él las entiende. La administración tiene la última palabra y me obliga a rascar las fotos para borrar la identidad de los reclusos. – © Jérémie Jung / Signatures
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Cada celda está ocupada por uno o dos reclusos. Hay una reservada a las personas con movilidad reducida que, en aquella época, no estaba ocupada. Este piso lo ocupan los 20 reclusos cuyas penas ya han sido pronunciadas. El pasillo es a menudo un lugar para distraerse ya que las puertas están abiertas durante el día, por ejemplo, en él se pueden reunir algunos reclusos para jugar a videojuegos. Por petición de la administración, tuve que alterar el carrete para borrar al recluso, porque no había participado en el taller fotográfico. A pesar de que saliese de espaldas y desenfocado. – © Jérémie Jung / Signatures
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I., 16 años. Tiene curiosidad por saber quién soy, de dónde vengo y por qué estoy aquí. También me pregunta si me resulta excitante ir a una prisión. Ilja considera que su pena es justa con respecto al crimen que cometió. Está allí por unos cuantos años y me indica que cuanto más avanza la pena, más rápido pasa el tiempo. Los primeros meses fueron los más difíciles. Ha encontrado la fe entre rejas y, con gran orgullo, me enseña su biblia ortodoxa y su colección de diplomas. Cuantos más consiga, más posibilidades tiene de que le reduzcan la pena. Lo que me pide que fotografíe fuera es un parque nacional que está en los alrededores de la ciudad de Sigulda. Quiere mostrarme lo bonito que es su país. Allí encontré esta casa. Parece como si lo que hubiera detenido su construcción fuera el frío del invierno. – © Jérémie Jung / Signatures
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Para cambiar de aires, los reclusos disponen de un pequeño patio alambrado al que pueden acudir cuando les dan la autorización. – © I.K. / Jérémie Jung / Signatures
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En 2012, abrieron un gimnasio gracias al Fondo Europeo de Desarrollo Regional. El deporte es la actividad que más atrae a los reclusos; a menudo se organizan partidos entre ellos y los guardias. Los tres jugadores que aparecen en esta foto no participaron en los talleres de fotografía. Por petición de la administración tuve que borrar las caras, a pesar de que dos de ellos estén de espaldas y no se les pueda reconocer. – © E. / Jérémie Jung / Signatures
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Había pedido a los participantes del taller que cada uno hiciese una fotografía que fuera representativa de ellos y de su vida cotidiana. Me sorprendió la frescura de algunas de sus imágenes, cada uno transmitió un rasgo de su carácter de manera muy cándida. O., que tiene 20 años, se hizo un selfie delante de su celda con el joven con el que la comparte. Las celdas nunca son para más de dos personas y disponen de ducha. Por petición de la administración tuve que borrar la cara del compañero de O. porque no había participado en los talleres de fotografía. – © O. / Jérémie Jung / Signatures
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Cuando los reclusos no tienen ninguna actividad organizada, están en sus celdas, el pasillo o en esta sala común, donde pueden ver la televisión o jugar a distintos juegos. Algunos también pueden realizar actividades artísticas. Por petición de la administración tuve que borrar a uno de los reclusos que no había participado en los talleres de fotografía. – © I. T. / Jérémie Jung / Signatures
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En una sala común, A. se saca una foto reflejado en un espejo que ha decorado con flores de papel que él mismo ha hecho. – © Jérémie Jung / Signatures
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Para cambiar de aires, los reclusos disponen de este pequeño patio alambrado al que pueden acudir cuando les dan la autorización. Al revelar los negativos en uno de los baños de la prisión, me sorprendieron la frescura y la creatividad de los adolescentes. La consigna que se les había dado a los participantes era que narraran quiénes eran y, para hacerlo, eran libres de utilizar todo lo que quisieran o pudieran. I. le pidió a otro de los reclusos que le hiciese esta foto. – © I. T. / Jérémie Jung / Signatures
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N., de 18 años, es muy discreto e hizo pocas fotografías: unas quince. Puede que no quiera mostrar su ambiente o que no encuentre nada que merezca la pena enseñar; no me lo dijo. Como muchos de sus compañeros, es muy deportista. Dentro de la prisión, me pidió que hiciese su retrato en una barra de musculación, detrás del edificio de la escuela. Fuera, me envió a dos lugares distintos de Riga: a una zona de juegos que, según me contó, es un recuerdo de su infancia, y a un terreno dedicado a los deportes en la calle, donde había muchos pájaros. – © Jérémie Jung / Signatures
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Este edificio lo ocupan 19 prisioneros en detención provisional. En 2018, hay 39 jóvenes encarcelados en Letonia. Los otros 20 jóvenes cuyas penas ya han sido pronunciadas están en un edificio aparte. Todos fueron inculpados cuando eran menores. En el CAIN se puede encarcelar a menores a partir de 14 años y pueden permanecer allí hasta los 25. Haciendo esto se pretende protegerles del universo carcelario reservado a los adultos, que se considera más duro. – © Jérémie Jung / Signatures
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Los reclusos circulan entre los distintos edificios: la escuela, el gimnasio, la iglesia que se muestra aquí, el comedor y sus celdas. Esta iglesia multiconfesional es el edificio más antiguo del establecimiento. Muchos reclusos encuentran la fe entre rejas, de hecho algunos se bautizan, eligiendo como padrino a uno de sus compañeros. Por petición de la administración, he tenido que quitar una sección de la pared del recinto exterior, aunque salía desenfocada. – © E. / Jérémie Jung / Signatures
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Les pregunté lo que hacían durante las vacaciones escolares, a lo que uno de los reclusos me respondió: «La mayor parte del tiempo, nos aburrimos». Aunque algunos intenten romper la rutina, parece que el ambiente carcelario sigue siendo psicológicamente violento. Me pregunto a menudo cuál será el impacto que el encierro y la infracción cometida tendrán en la personalidad de estos jóvenes, aún en desarrollo. – © R. / Jérémie Jung / Signatures
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Tras haber cumplido una larga pena, algunos de ellos se preocupan por su salida. Para prepararla, durante un año tienen el acompañamiento de un referente. – © O. / Jérémie Jung / Signatures
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Ni sé ni voy a intentar saber las razones por las que estos adolescentes están encarcelados

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Jérémie Jung

fotógrafo

Jérémie Jung es un fotógrafo francés que está muy interesado por la región báltica y por sus identidades culturales. Su trabajo se ha publicado en muchos medios como National Geographic, Geo y The Washington Post, entre otros. En Francia ha expuesto en museos y festivales, tales como el museo d’Orsay (París) y los Encuentros de la fotografía de Arles.
En 2017 recibió el premio ANI-PixTrakk en el festival Visa Pour l’Image, de Perpiñán.

Jérémie Jung, nacido en 1980, tiene un diploma de artes plásticas de la universidad de Estrasburgo y cursó una formación de fotoperiodismo en la escuela EMI-CFD, especializada en las distintas profesiones relacionadas con la información.
Jérémie Jung está representado por la Agencia Signatures.

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