Crear puentes a través de la educación

Sergio Grossi. He estudiado mucho el sistema APAC (Asociación de Protección y Asistencia a los Condenados) en Brasil. En sus centros de reinserción no hay guardias armados, el funcionamiento se basa en la participación de la comunidad, y la gestión y organización de la vida cotidiana se dejan a cargo de los voluntarios y de los propios reclusos. La idea es construir una comunidad educativa que los incluya a las personas privadas de libertad y facilite los vínculos con los voluntarios. No solo el personal es capaz de ayudar a las personas a dejar de cometer delitos, ellas también lo son. Aunque no solemos pensar que los reclusos puedan formar parte del proceso educativo, en este aspecto ellos tienen un poder enorme que no debe subestimarse. Ellos mismos han cometido delitos, así que entienden por lo que pasan los demás, conocen sus dificultades y, por lo tanto, tienen una mayor capacidad para influenciarlos de manera positiva.

El sistema APAC también otorga gran importancia a la implicación de la comunidad. Las prisiones tradicionales tienden a romper los vínculos con el mundo exterior y a construir relaciones solo entre reclusos, pero la prisión es un asunto de todos los ciudadanos. Si la comunidad sigue estigmatizando a los reclusos, les impide acceder al empleo y no les brinda ninguna oportunidad, es muy probable que terminen reincidiendo. El delito será su único amigo fuera de la prisión. No podemos seguir diciendo que la sociedad no es capaz de entenderlo. La realidad es que las personas no saben lo que ocurre al interior de la prisión. Por eso, tenemos que trabajar con ellas, implicarlas más y mostrarle los programas que funcionan. Junto con los reclusos, los ciudadanos pueden construir un espacio educativo para los reclusos y para la sociedad. Pero para que esto suceda, es importante que las prisiones no se aíslen de la comunidad.

Para entablar relaciones constructivas es esencial mantener el tamaño humano de los establecimientos, ya que, al interior de los enormes complejos penitenciarios, las relaciones pueden ser muy superficiales. Por esta razón, en los centros de la APAC no hay más de 200 personas.

SG. Creo que tenemos una visión muy estricta de lo que es la educación en nuestro sistema penitenciario y en la sociedad en general. Cuando hablamos de educación, pensamos en una escuela. Pero esto es un problema porque no solo se imparte educación a través de las escuelas. Tenemos que poner la educación en un marco más amplio e informal y no limitarla a una única forma. Notemos que en el sistema APAC, por ejemplo, no hay un lugar específico para la educación. Todo el espacio se considera un espacio educativo. En la prisión de Grendon, la primera comunidad terapéutica en el Reino Unido, las terapias en las que los reclusos expresan sus emociones y tratan de comprender su comportamiento tienen lugar casi todo el día. Uno de ellos me dijo que era la primera vez que entendía cómo funcionaban sus emociones y por qué había cometido los delitos que cometió. Por lo general, este tipo de cosas no forma parte de un programa educativo formal.

Cuando ubicamos la educación en un contexto más amplio, todo el personal juega un papel en ella, que lo sepan o no. En las prisiones tradicionales, se considera que el personal no tiene nada que ver con la educación, sino más bien con la seguridad. Se suele seleccionar y entrenar a las personas para que se encarguen de la seguridad y los castigos y controlen a los reclusos que causan problemas. En otras palabras, promovemos la pedagogía de la violencia y la desconfianza.

Creo que se debería seleccionar al personal en función de su interés en las labores educativas y formarlo en consecuencia para que pueda jugar un papel de educador social. En las correccionales de menores de Río de Janeiro, que se han puesto bajo la supervisión del Ministerio de Educación, algunos miembros del personal tienen doctorados en educación o filosofía. En mi opinión, esta es una iniciativa con mucho potencial.

No estoy diciendo que la seguridad no sea importante, solo que esta podría mantenerse fuera de la prisión. En Uruguay, por ejemplo, en algunos centros, los guardias armados permanecen al exterior de las instalaciones y no tienen contacto directo con los reclusos. En el interior se encuentra más bien personal educativo, como psicólogos, sociólogos y otras personas con diferentes competencias. Creo que esto es algo esencial que conecta a las prisiones con instituciones que, por lo general, eran más accesibles en la comunidad.

SG. La educación es fundamental a la hora de reconsiderar la prisión. Esta puede, por ejemplo, permitir a las personas del exterior comprender qué es lo que sucede allí dentro. El problema es que el sector académico no reflexiona lo suficiente en la importancia de la educación en prisión, y la dificultad de verla como un espacio educativo seguirá existiendo mientras no surjan nuevas ideas y reflexiones al respecto, y no se ofrezca un espacio para entender las razones de la privación de libertad y las formas que adopta. Es importante que no normalicemos el castigo como parte de la sociedad. Tenemos que buscar otras perspectivas teóricas, otras posibilidades, e intentar construir nuevos proyectos. Hay muchos proyectos interesantes en los países del sur global que no conocemos en Europa y Norte América, y que podrían darnos nuevas ideas.

Los reclusos también juegan un papel esencial en esta reflexión. Permitirles formar parte de los programas educativos, mejorar su posición simbólica y hablar de su experiencia utilizando lenguaje académico, es fundamental para desafiar el discurso hegemónico sobre la prisión. En el sistema APAC, muchos reclusos han comenzado a ir a la universidad y pensar de manera crítica sobre lo que significa el encarcelamiento. De ahí puede surgir un movimiento social más amplio, que vincule el interior con el exterior e influya en los miembros de la comunidad, incluidos los que no son expertos en la materia. Se necesita un movimiento que reflexione sobre lo que se hace dentro de las prisiones, lo que se puede hacer para mejorar las condiciones de reclusión y lo que se considera educativo o no. De ese modo, lograremos cambiar por completo nuestra visión actual de la prisión.