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Europa: post-coronavirus podría tener las cárceles más vacías

Trabajar desde casa, dejar de viajar o moverse en bicicleta por carreteras sin coches.

La pandemia del coronavirus cambió los hábitos de más de media humanidad de la noche a la mañana y aunque la ‘nueva’ normalidad está gradualmente volviendo a instaurar muchos de ellos, algunos de estos experimentos masivos, forzados e inesperados, pueden quedarse de forma permanente.

Uno de ellos fue la reducción en el número de penas de cárcel para prevenir el contagio con el nuevo virus en las prisiones europeas.

“Veinte administraciones penitenciarias europeas liberaron a 118.000 reclusos como medida para prevenir la pandemia de COVID-19 en el primer mes del encierro”, señala un nuevo estudio del Consejo de Europa que analiza la evolución en la población carcelaria europea en el período entre el 1 de enero y el 15 de abril de este año.

El informe señala que aunque ya existía una disminución del número de penas que privan de la libertad, “el confinamiento de las poblaciones europeas parece haber contribuido a esa tendencia descendente/estable”.

La excepción fue Suecia, que fue el país europeo que tomó las medidas más laxas de confinamiento frente a la pandemia, lo que confirma la influencia de la emergencia sanitaria mundial.

Los expertos tuvieron claro desde el principio de la pandemia del nuevo coronavirus que las cárceles de todo el mundo podían convertirse en potenciales focos de infección, por lo que el hacinamiento podía ser letal.

Tras las rejas el distanciamiento social es casi imposible, los servicios médicos pueden ser deficientes e incluso el desinfectante de manos puede llegar a convertirse en artículo de contrabando por su contenido en alcohol.

El profesor Marcelo Aebi explica esta tendencia de reducción de las condenas de cárcel es positivo para la sociedad: “Sabemos que el encarcelamiento tiene efectos nocivos per se, también dificulta la reinserción laboral posterior (es difícil encontrar trabajo con antecedentes penales), y las relaciones familiares (deterioración de la relación con padres, pareja e hijos) y sociales en general (altera el estatus de la persona en la sociedad y dentro de su grupo de amigos y pares)”.

“Desde los años 1970 estos argumentos se han repetido hasta el cansancio sin haber tenido demasiado impacto en la reducción de las poblaciones carcelarias”, señala.

Por otra parte Aebi, añade que además del factor humanitario se trata de una cuestión económica. “El encarcelamiento cuesta mucho más caro que las sanciones alternativas”.

“Evidentemente, las sanciones alternativas no podrán remplazar completamente la prisión (siempre habrá psicópatas, por ejemplo), pero sabemos que son tan eficaces como la prisión para la mayoría de los delitos no violentos o poco graves. Para estos delitos se podría evitar la prisión al mismo tiempo que se disminuye el gasto público”.

“Un experimento natural”

La liberación de presos de los últimos meses debido a la emergencia del COVID-19 es “lo que los científicos sociales llamamos un experimento natural, el método científico por experiencia”, dice Aebi, y como en cualquier experimento científico, hace falta dos grupos, uno de ellos con tratamiento placebo, para comparar los resultados.

“El coronavirus y la consecuente liberación de detenidos en algunos países han cumplido aquí la función del tratamiento”, señala el profesor. “Ahora nos toca comparar los resultados en países que liberaron detenidos y en aquellos que no lo hicieron”.

Aebi precisa que entre las limitaciones de este experimento hace falta considerar el confinamiento, “porque, como muestra el estudio, tiene un efecto sobre la delincuencia”.

“Hay menos oportunidades para cometer delitos “offline” (o “tradicionales” o “presenciales”), y en consecuencia menos delitos y menos encarcelamientos. En este sentido la comparación de Suecia (que no impuso confinamiento) con el resto de Europa (que si lo impuso) es otra manera de aprovechar este experimento natural. En Suecia no hubo ni estabilidad ni disminución de la población carcelaria, lo que sugiere que la delincuencia continuó su curso normal”.