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Europa ha conseguido evitar el desastre del covid en las cárceles, pero ¿a qué precio?

Los expertos critican que las medidas para evitar la propagación del virus en los centros penitenciarios no han tenido en cuenta los derechos de los internos, muchos en situaciones precarias.

Vangelis Stathopoulos, preso en la cárcel de Larissa (Grecia), es uno del más de medio millón de encarcelados en Europa en plena pandemia de covid-19. La prisión en la que cumple condena reúne, como muchas otras, las condiciones perfectas para la proliferación de virus: una tasa de ocupación mayor a la debida, unas condiciones de vida precarias y a menudo unas medidas higiénicas escasas.

“Cuando me contagié de covid en diciembre del año pasado, casi la mitad de los reclusos también estaban enfermos”, cuenta Stathopoulos. “Nos trasladaron a un pabellón con 60 personas, en un espacio de unos 110 metros cuadrados. Era imposible predecir cuánto nos iba a afectar la enfermedad”.

Durante la pandemia nos hemos acostumbrado a recibir datos sobre el covid-19 actualizados meticulosamente, y la opinión pública se ha fijado especialmente en los espacios con un mayor riesgo de brotes, como las residencias de ancianos. No obstante, no se ha dado a conocer mucha información sobre la propagación del coronavirus en los centros penitenciarios. “En muchas cárceles hay tanta gente que es imposible guardar la distancia necesaria”, afirma Filipa Alves da Costa, consultora de salud pública para el Programa de Salud en Prisiones de la Organización Mundial de la Salud (OMS). “Por lo tanto, cuando alguien contrae el virus, se transmite mucho más fácilmente”.