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Españas: Suicidios, incendios, despotismo… la cárcel de lujo de Artur Mas ya es casi una ruina

Falta de personal, presos jóvenes mezclados con adultos, dos suicidios (uno en junio pasado y otro el mes de enero), dos incendios (también en los mismos meses), módulos controlados a distancia pero sin poder ver sus cámaras, problemas con el gerente, destitución de mandos críticos… La cárcel de lujo inaugurada por Artur Mas deprisa y corriendo a finales de diciembre de 2015 en Tarragona, la prisión futurista en la que no escatimaron dinero para dotarla de las más modernas técnicas de seguridad y de confortabilidad, es casi una ruina.

La prisión dispone de una piscina de 25 metros de largo, pizarras electrónicas y táctiles en todos los módulos, reproductores de CD y televisión en todas las salas…

Incluso la madera del techo del polideportivo se hizo importar desde Australia. “Tenemos un régimen penitenciario que está al nivel de los mejores de Europa”, dijo en la inauguración un entonces ufano Artur Mas, que de allí a escasos días tendría que abandonar la presidencia de la Generalitat descabalgado por la CUP. Era el 28 de diciembre. Un mal día para hacer afirmaciones por ser el día de los Santos Inocentes, pero que podría justificar el que los funcionarios de prisiones catalanes vieran reducido su sueldo en un 15% y que su interinidad sea del 80%. Quizá por eso la superstición se hizo realidad pocos meses después. “Entre otras cosas, a la prisión le falta lo más importante: la Administración no escatimó en gastos y en montar la impresionante piscina, pero no invierte en lo básico, que es el capital humano”, explica a El Confidencial Juan Luis Escudero, responsable de prisiones del sindicato CSIF.

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