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Censura al amor, soledad y tortura: ser LGBT en una cárcel de Colombia

Las manifestaciones de afecto son castigadas, las personas de esta población pasan meses en aislamiento por “protección” y son blanco de tratos degradantes. Informe de Colombia Diversa, Caribe Afirmativo y Fundación Santamaría.

Los guardias les tocan las nalgas cuando les da la gana, si tienen relaciones sexuales los meten a un tanque con agua mientras les pegan con chanclas, “asqueroso, fenómenos”, les gritan si son sorprendidos en un beso, y si se rehúsan a cortarse el cabello son obligados a desfilar frente a los reclusos para ver “si caminan como maricas”. Uno a uno se repiten los testimonios que muestran lo que implica ser LGBT en una cárcel de Colombia. Y coinciden en un solo reclamo: ya no quieren ser tratados como “propiedad de nadie, tierra de nadie”, quieren habitar libremente sus cuerpos.

El drama de las prisiones en el país, agravado por un hacinamiento que en centros de reclusión como el de Riohacha llega al 462 %, por la inasistencia en salud y por la mala infraestructura, golpea doblemente a las 232 personas lesbianas, gais, bisexuales y trans que deben hacer frente también a los prejuicios y la discriminación. Lo dice el informe Muchas veces me canso de ser fuerte, que hoy presentan las organizaciones Colombia Diversa, Caribe Afirmativo y Fundación Santamaría. Durante cuatro meses, la investigadora María Elena Villamil Peñaranda recorrió diez cárceles de siete ciudades para escuchar a quienes han sido oprimidos bajo el silencio de las autoridades y hasta la complicidad de los guardias del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (Inpec).

Las conclusiones a las que llegó este estudio, referentes a temas como la integridad personal, la sexualidad, la requisa y la salud, plantearon también un cuestionamiento en la cabeza de Villamil: “¿Qué pasa afuera? Nosotros, como sociedad, hemos optado por ser carceleros. Todo se penaliza y se pone en términos de castigo”.

¿Por qué la cárcel impacta de manera diferencial a los LGBT? La investigadora responde que este sitio está pensado de “manera dicotómica, como todas las instituciones en la sociedad, para heterosexuales. Hay una situación de acoso y de violencia porque te ves diferente, que opera a partir de los prejuicios y que puede ir desde el insulto hasta una grave violación de derechos humanos”.

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