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Argentina: sin visitas y con menos actividades, así viven la cuarentena los presos

En la Unidad 30 de Alvear, internos entregan sus facas a cambio de un libro en el marco de la pandemia.

La cuarentena tiene un doble efecto en aquellas personas que ya vivían encerradas. Los privados de la libertad vieron en los últimos meses mermar sus pocos contactos con el mundo exterior. Sin visitas de familiares, con menos acceso a actividades educativas y recreativas y con constante temor a verse en medio de un brote de coronavirus , la tensión fue en aumento y en algunos casos ocasionó protestas y revueltas.

“Durante el aislamiento pasamos diferentes etapas. Primero, el temor. Cuando estás preso, la familia y los amigos te preocupan mucho. Entonces, suspendimos voluntariamente las visitas para evitar que tengan que venir al penal, apenas comenzó la pandemia”, cuenta a LA NACION Jorge “Pampa” Villareal, uno de los detenidos en la cárcel de Batán.

“Pasó el tiempo y seguimos sin visitas, pero en el centro cultural tenemos muchas actividades, como carpintería, huerta, gallinero, aula virtual, biblioteca, taller de costura”, añade. “Por ejemplo, lanzamos un almacén autogestionado por personas privadas de su libertad. Fue generado para pasar la crisis sanitaria, que puso en evidencia que el preso se alimenta de lo que le traen sus familias porque lo que nos dan en el penal es algo parecido a la comida, que nadie consume.

Todo esto nos mantiene muy activos. Entonces, no nos damos cuenta del faltante primordial de la visita.

Más allá de que tenemos miedo por un virus que adentro de la cárcel puede hacer estragos, llevamos la situación bastante bien“, explica Villarreal.

En esa línea, uno de los coordinadores del taller, el titular del Tribunal Oral en lo Criminal 1 de Necochea, Mario Juliano, dice a LA NACIÓN: “Dos datos caracterizan la vida de las personas privadas de la libertad en pandemia. El enorme sacrificio, de más de cinco meses, de autolimitarse el contacto con sus familiares para cuidarlos. Y por otro lado la incertidumbre por la posibilidades de contagios masivos, con pocas posibilidades de preservar su salud. A grandes rasgos, hasta el momento, y considerando los índices del mundo en libertad, la pandemia ha sido cursada en forma relativamente satisfactoria”.

Al ser consultados por LA NACIÓN, referentes de la sociedad civil que trabajan en contextos de encierro coinciden en sostener que la habilitación del uso de teléfonos celulares fue elemental para evitar otra ola de malestar y protestas en las cárceles de la provincia de Buenos Aires. Sin visitas en prisión, la tecnología se torna un recurso elemental para los detenidos y sus familiares. Este fenómeno de interacción digital pudo verse con claridad en los últimos días.

Jóvenes que cumplen condena o detenidos preventivamente, en el interior de los complejos penitenciarios, decidieron aliviar la tensión del encierro con proyectos solidarios que apuntan a apoyar también a quienes enfrentan la pandemia tras los muros: reciclan y participan en la producción de un sistema innovador de abrigos para personas de zonas vulnerables, cocinan para comedores comunitarios. Desde afuera, sus compañeros que ya recuperaron la libertad los alientan trabajando en paradores para personas en situación de calle.

“Las actividades solidarias son lindas porque los chicos que están detenidos se sienten útiles y no inútiles perdiendo el tiempo, adentro, pensando que la gente de afuera los detesta.” - el entrenador

A pesar de todos los esfuerzos internos y externos, el encierro dentro del encierro se hace más complejo. Y la falta de contacto externo deja huellas. Así lo grafica Villarreal desde el penal de Batán: “Hace pocos días soñé que tenía visitas, pero me desperté y vi el techo de hormigón”.