Análisis

En las prisiones argentinas, la crisis de COVID-19 se sumó a una situación de hacinamiento y a la presencia de otras enfermedades epidémicas, como la tuberculosis. Al inicio de la crisis, la Corte Suprema de Justicia de la Nación ordenó poner en práctica las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), las Naciones Unidas (ONU) y la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) relativas al tratamiento de los reclusos, e instó a las diferentes administraciones penitenciarias (provinciales y federales) a implementar el mismo conjunto de medidas.
Las autoridades públicas establecieron ciertas restricciones, entre ellas la suspensión de visitas y los permisos de salida. En la Provincia de Buenos Aires, se autorizó el uso de teléfonos móviles para aliviar la suspensión de las visitas. A nivel federal, se estableció un sistema de videollamadas para facilitar la comunicación con los familiares.
Las prisiones argentinas no se libraron del contagio de la enfermedad. Si bien se aplicaron algunas medidas innovadoras, las restricciones afectaron de manera significativa la vida cotidiana de los reclusos y el acceso a sus necesidades básicas. Los reclusos, sus familias y las organizaciones de la sociedad civil estiman que no se adoptaron medidas concretas, lo que provocó el aumento de las tensiones y numerosas protestas en las prisiones del país.

Prison Insider y el Centro de Estudios Justicia y Sociedad de Chile han planteado un análisis sobre el primer año de la pandemia en las prisiones de once países: Argentina es uno de ellos.

La Procuración Penitenciaria de la Nación, publicó una guía para orientar a los reclusos liberados durante la pandemia y a sus familias.

El Tribunal de Casación penal autorizó el uso de teléfonos móviles, tabletas y ordenadores portátiles en la Provincia de Buenos Aires. La medida permanecería vigente mientras las visitas siguieran suspendidas.

Este habeas corpus solicitaba medidas de emergencia con protocolos de prevención, provisión de equipo de protección sanitaria y atención médica, además de la preservación de los vínculos de los reclusos con el mundo exterior.